De una gaveta de su escritorio el teúrgo extrajo, dubitativo, un aestel plateado. Este centelleó, a modo de saludo, confiado en el inminente desvelamiento de arcanos saberes.
Tras abrir el grimorio por una página al azar, sonrió.
—¡Oh! ¡Magnífica! A mis acólitos les va a encantar esta sopa de ajo.
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Microrrelatos
Short StoryPues eso, recopilación de pequeñas historias escritas por mí.