Número 3: La hoja de papel.

11.7K 1.8K 2.6K
                                    

Con un gesto casi exagerado, Draco ajustó su abrigo alrededor de su pecho. Una fría brisa nocturna le había golpeado directamente nada más salir de la florería, haciéndole temblar. Aún era otoño, pero a veces, en noches como esa, se sentía como si fuera en invierno.

Con los dedos congelados, Draco sacó de su mochila la bufanda que al inicio del día pensó que no necesitaría e intentó enredarla en su cuello torpemente. Fracasó. La lana se deslizó de su hombro y se arrastró por el suelo. Draco se percató casi de inmediato, pero ni si quiera así fue capaz de evadir el extremo de la tela y tropezar.

Recuperó el equilibrio con algo de fastidio y se detuvo para tomar ambos extremos de la bufanda correctamente. Esta vez el tejido se amoldó al contorno de su cuello sin problemas y le proporcionó el calor suficiente como para hacerle temblar de satisfacción.

En momentos como esos, Draco no podía evitar pensar en lo fácil que hubiera sido mantenerse calentito con ayuda de su varita. Un encantamiento y estaría listo para el frío más crudo. Pero no tenía una y seguramente no la tendría de vuelta pronto. Tal vez no tendría una nunca. Sólo le quedaba seguir abrigándose.

Draco hizo una mueca de resignación y desechó ese pensamiento mientras se acomodaba la mochila sobre la espalda. No tenía caso lamentarse. No cuando había progresado tanto por su cuenta; tenía un trabajo y un techo donde vivir, había aprendido a usar el microondas y el reproductor de DVDs que había encontrado de segunda mano en un mercadillo. Incluso si estaba pasando por momentos difíciles no necesitaba una varita y eso le hacía sentir orgulloso de sí mismo.

Al menos la mayoría del tiempo.

Sacó de las bolsas de su abrigo un par de guantes y se los puso mientras reanudaba su camino a casa. Era una noche nublada y las calles apenas estaban iluminadas en esa zona. Era tarde también, por lo que afuera estaba prácticamente desierto bajo el cielo de Londres. No llovía, pero el viento era tan fuerte que Draco se preguntó cómo no había apartado las nubes ni si quiera un poco.

Otra brisa helada sopló contra su cara y Draco se encogió sobre sí mismo maldiciendo el clima y deseando llegar pronto. Pansy le había enviado algunas cosas, entre ellas bocadillos que planeaba disfrutar con una buena película si no estaba demasiado cansado al llegar. Tal vez algo conmovedor que le hiciera creer en el amor de nuevo... O tal vez algo de zombies.

Draco caminó a paso apresurado y después de unas calles simplemente hundió sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo. Fue entonces que notó los recortes de periódico que él mismo había puesto allí por la mañana. Los mismos que había prometido revisar durante el almuerzo, pero que había olvidado por completo.

Se trataban de anuncios de empleos. El día anterior, Draco se había tomado la molestia encerrar con un círculo rojo las mejores ofertas para un tipo sin experiencia como él. Porque si bien ahora lograba mezclarse mejor con los muggles, todavía le faltaba mucho conocimiento sobre su mundo. Y ni hablar de su currículo prácticamente vacío.

Draco sabía lo difícil que podía ser conseguir trabajo, pero lo necesitaba. Había pasado los primeros meses de libertad batallando para encontrar el que ya tenía en la florería. Sabía cómo atender clientes y había aprendido a manejar una caja registradora, pero aquello no parecía suficiente para los dueños de locales como bares o clubes dónde se había postulado sin recibir respuesta. Muchos de los chicos muggles habían empezado a conseguir experiencia a los dieciséis años. Estaban aprendiendo mientras él se dedicaba a... bueno... armar un plan para asesinar al director de su escuela.

Suponía que no podía poner eso en la hoja de vida.

Llevaba al menos dos semanas asistiendo a entrevistas nocturnas sin obtener resultados. Hubo un club una vez, donde la dependiente le había recibido con una sonrisa extraña en los labios mientras le examinaba de pies a cabeza. Pero el neón rosa, los chicos trabajando en ropa interior y los cuartos privados anexos al local fueron suficiente para que Draco entendiera que el trabajo no era precisamente el de mesero. Había dejado que la mujer hablara sobre el maravilloso sueldo y las excelentes comisiones antes de inventarse un pretexto poco convincente y huir para después tachar el anuncio de Lonely Hearts Night Club de sus posibles futuros trabajos.

Cinco cosas que Draco imaginó cuando se encontró con Harry Potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora