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18 denoviembrede 2015
ROSEESTABABASTANTEfeliz, jugaba con sus muñecas en su cuarto, a escondida de sus padres, hasta que una voz delicada la llamó.
—Vamos a salir, Rosebud —informó Hermione Weasley. Le dirigió a su hija mayor una sonrisa irónica y soltó con burla—. Y adivina, ¡tú no vas!
Rose arrugó su nariz y asintió. Eso pareció molestar a Hermione, ya que su sonrisa fingida se convirtió en una mueca.
—¿No vas a hacer ningún berrinche? Eso es lo que hacen las mocosas de nueve años. —La acusó. Rose profirió un suspiro frustrado.
—Tengo diez años —musitó con la cabeza gacha—. ¿Por qué no puedo ir?
—Porque tú nos arruinaste la vida, Rosebud. —confesó tal y como si hablara del clima. Rose sintió las lágrimas formándose en sus bonitos ojos azules ante esas palabras.
Ella tenía el presentimiento de que eso era cierto, pero que tu propia madre te lo diga, era algo... fuerte.
Rose asintió y Hermione se fue, dando un portazo. Rose odiaba esos momentos.
