Cuestión de Humanidad por Sofía Cejas

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Cuestión de humanidad

La mujer comenzó a llamar a los adolescentes. como los mejores soldados. No hablaban ni hacían gestos. No reían. No lloraban. No se escabullían por los rincones para darle rienda suelta a su amor en aquel restaurado Establecimiento de Enseñanza de la Segunda Etapa.

—Entren —dijo , con esa voz robótica característica de los humanoides. Todos obedecieron al instante.

Recorrieron los pasillos mientras una de las adolescentes miraba con atención, por primera vez, todo a su alrededor. De repente había sentido ese extraño impulso que la llevó a ver hasta los números de las salas. Sala 1, 2, 3... Nunca había entrado a esa, no se le había ordenado jamás. Se preguntó qué abría allí y pensó en entrar, sin embargo, no lo hizo.

Los números pasaron, hasta que llegó la Sala 13, donde sí debían entrar. Se sentaron en los bancos a escuchar la explicación de un humanoide que había sido asignado para la tarea. La chica observó atentamente la sala. Quince bancos individuales. Paredes blancas con una franja negra en la parte superior. Adelante, un hombre explicaba con una pantalla detrás. Como hacía siempre, empezó a tomar nota en su tableta electrónica.

Entonces se preguntó por qué lo hacía. Llevaba acabo esa acción tan inconscientemente que casi no se daba cuenta que la hacía.

Comenzó a sentir la monotonía de todos los días. Levantarse, bañarse, desayunar e ir en transporte al EESE. Deseó cambiar porque ya estaba aburrida de ver las mismas terrazas y techos cada vez que se movía en esos vehículos, de hacer siempre las mismas cosas como quien seguía órdenes. Sin darse cuenta dejó de escribir. Además, no lo necesitaba para recordar la explicación.

—Los primeros seres que habitaron el planeta se llamaban a ellos mismos «Humanos». Ellos se organizaban distinto, y los continentes tenían otros nombres. El nuestro se llamaba América. Si lo recuerdan, estaba subdividido. ¿Alguien recuerda cómo se llamaba nuestra región?

La chica sabía que tenía que responder si lo recordaba. Primero, debía levantar la mano y esperar a que el hombre dijera su nombre. Ella, por alguna razón, levantó la mano rápido, con muchas ganas de que él la nombrara para responder. El humanoide la miró, extrañado y le indicó que hablara:

—Sudamérica —contestó. Luego suspiró.

El hombre notó esto y se puso alerta. Debía vigilar más a la joven; el suspiro, lo rápido que ella había levantado la mano y el tono en su voz eran señales de una emoción y las emociones, síntomas de Humanidad, eran algo muy perjudicial para la población. Siguió con su explicación prestándole mucha atención.

—Ahora, los científicos confeccionan humanoides y evitan que padezcan «Humanidad». Por eso deben hacerse los análisis y pruebas cada 100 días para asegurarse de no tenerlo o de recibir un tratamiento, en caso contrario. —Recomendó el hombre. Había hablado durante una hora.

«El tratamiento para esta enfermedad se realiza con esto. Es sencillo y rápido.

Un objeto blanco, con algo luminoso en el centro apareció en la pantalla, atrás de él. Tenía forma de L.

—Hasta hoy, muchos humanoides han sido curados de «Humanidad». Las estadísticas dicen que nuestro continente es el que más casos ha tenido y es algo que está siendo solucionado. —Continuó.

—Usted dice que muchos han padecido «Humanidad» y fueron tratados, pero no conozco a nadie así o alguien que conozca una persona que haya tenido Humanidad anteriormente. —Replicó la joven.

—El mundo es muy grande —contestó el humanoide.

"¿Qué clase de respuesta es esa?" se preguntó la joven.

—¿Qué sucede, Estela? —preguntó el humanoide, cada vez más atento.

—Nada.

Él siguió hablando después de una pausa. O al menos, lo intentó.

—¿Sabían que pronto deberán ser asignados más humanoides para tratar los casos de Humanidad? Es la única manera de reducir los casos.

—Señor, sigo sin entender por qué esto es malo. Por lo que usted nos cuenta, parecía que las emociones no eran algo malo para los humanos. —Volvió a cuestionar ella.

—Las emociones, junto con otras cosas que formaban la enfermedad, fueron las que llevaron a la Gran Guerra y a muchas otras guerras que la antecedieron.

—¿Usted no cree que pueda haber otra solución?

—Creer no es nuestro trabajo. —Objetó el hombre. El enojo se vio reflejado en el rostro de la muchacha al instante. ¿Acaso ella no podía opinar, o creer otra cosa?¿Y si esa no era la solución?

Así, llegaron a la última etapa del proceso correspondiente a detectar la «Humanidad».

En ese momento, ella se dio cuenta de su error, el cual habría podido evitar.

El hombre la condujo hasta la sala 3. Al cerrar la puerta, agarró un objeto blanco que tenía algo luminoso dentro y su forma era la de una L.

—¿Qué es eso? —Preguntó ella, aunque recordaba que era y para qué servía.

—Un arma.

La chica sintió algo raro.

—¿Eso quiere decir que yo padezco «Humanidad»?

—Veo que ha escuchado bien la explicación.

—No se siente tan mal.

—Es perjudicial para nuestro orden de paz.

—No quiero perjudicar a otros... ¿El tratamiento dolerá? —Ella aceptó eso, aunque la enfermedad que llamaban «Humanidad» no era tan mala como se le había enseñado. De hecho, le había gustado en cierto modo.

—No dolerá.

Algo en la mente de la joven le decía que había peligro,

El mayor vio la expresión de la joven. Le habían ordenado leer mucho sobre humanos y ver sus caras con cada una de las tantas emociones que ellos habían tenido. Por eso supo enseguida que la joven sentía. ¿Qué sentía? Miedo. Era la prueba final para confirmar que ella estaba enferma, infectada. Así que, el siguiente paso era comenzar el tratamiento, ahí mismo.

No sabían por qué algunos humanoides contraían «Humanidad». Tampoco se lo preguntaban. Porque esos seres no habían sido creados para creer, opinar, investigar o sentir. Los pocos científicos que habían sobrevivido después de la Gran Guerra, junto con tres personas comunes y corrientes, habían decidido perpetuar la especie. Para eso, habían tenido que hacer cambios, si no, todo habría ido de la misma forma. Habían creado seres muy parecidos a los humanos en viejos laboratorios y ordenado hacer lo mismo a ellos. Sin reproducción y sin instinto.

El humanoide le apuntó, con el objeto, a la cabeza. Apretó un botón y el láser de aquella arma salió y voló tan rápido que ninguno de los dos hubiera podido esquivarlo o detenerlo. Atravesó los tejidos y el cráneo, el duro hueso que habían heredado de los humanos, para llegar al cerebro. Ese órgano tan importante.

El cuerpo de la adolescente calló al suelo, inerte. El hombre salió de la sala y ejecutó el último paso del proceso: Llamó a Samantha, la encargada de la limpieza.


Esta parte hace ruido al leerlo. Podría reescribirse o algo similar: "Todos se acercaron y se formaron uno detrás del otro"


O se nombra o se escribe de forma indirecta. Sugiero que la nombres.


Es un poco inconsistente. Pasó de ir por decisión propia, pero el primer pensamiento que tiene es que se detuviera.


¿Falta algo aquí?

Antología "Promo SVERRA II"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora