Carta 1

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Por fin...he vuelto.
Atem por fin veía las calles de Egipto, su reino; ¡Nada había cambiado!: El mismo mercado que solía visitar de niño, las calles de los barrios de todo su imperio, recordaba a cada persona, cada árbol, cada grano de arena: todo era igual. No podía esperar para ver a sus amigos y ver qué tanto había pasado durante su ausencia.
Se dirigió a paso lento hacia su palacio, iba nervioso, ¿Qué pasaría?, ¿Aún lo estarían esperando?, ¿Lo recordarían?, ¿Lo habrían extrañado?: todas estas preguntas y más se arremolinaban en su cabeza. No tardó mucho para que uno de los aldeanos lo reconociera, al verlo estalló en llanto y sorpresa: "¡El faraón, ¡Nuestro faraón Atem ha regresado!", gritó con fuerza y señalándolo, rápidamente se compuso y se hincó de rodillas: "Lo siento, fuí irrespetuoso. No debí hablarle de esa manera tan descortés. ¡Perdóneme mi faraón!" Todos estaban callados pero Atem caminó y se agacho; lo tomó del hombro: -Levántate, no hay prblema. No hay problema alguno. Sólo me haces sentir en casa. -le dijo con una sonrisa plácida y unos ojos serenos; en paz. ¡El faraón ha regresado!, gritó una mujer que de entre todos los que veían estupefafctos aquella escena, quien fue seguida por vitorreos y festejos de todo el pueblo, sin haberlo planificado había llegado un motivo de celebración: su faraón, su salvador había vuelto.
-¿Atem? -escuchó una voz sileciosa entre toda la gente, dirigió su mirada hacia ella y ahí la vió: -Mana... -¿Atem?...¡Atem! Con júbilo ella corrió hacia él, él hacia ella. Sin esperar más a estar más cercanos ambos se abrazaron. Ella se colgó de su cuello, y él la cargó de la cintura: la escena era conmovedora. Hasta que sin pudor, pero sí con gloria ambos se besaron hasta que  al separarse juntaron sus frentes mientras sonreían a su destino. La gente del pueblo estaba en silencio: "¿El faraón y la sacerdotiza Mana?", "¿Desde cuándo eran pareja?", "Desde cuándo?' Ambos al darse cuenta de la situación,voltearon a ver a su callado público y bajando a Mana, Átem habló: "Pueblo mío: he regresado, les juro que de ahora en adelante haré lo mejor de mí para lo mejor de este pueblo. Sólo esto ido un favor: lo que vieron se queda con sus bocas cerradas. Disculpen, pero aún no es "Oficial" nuestra relación. Les suplico que nos perrmitan dar el anuncio como es devido. Todos callados durantes unos segundos: gritaron generalmente lo mismo: "¡No se preocupe, su secreto está a salvo con nosotros!", "¡Nuestro reyes!".
Después de las felicitaciones (por ambos casos) de toda la gente que Atem pudo saludar camino al palacio, por fin llegaron, los primeros guardias en la entrada se sorpendieron tanto o más que los ciudadanos, con alegría celebraron nuevamente al faraón, mientras que a regañadientes fungieron con su trabajo y los dejaron entrar sin dejar sus puestos como si nada hubiera pasado. Se dirigieron diréctamente al cuarto de Mana, era espacioso: casi tanto como el del faraón: ser sacerdotiza tenía sus ventajas.
-No puedo creerlo: !Has vuelto!, Te he extranado tanto. -Me esperaste. -Cada día de cada parte de mi vida. -No podría ser más felíz, tenía una urgencia extrema de ganar y jugar duelos siempre que pudiera, ahora veo por qué: aunque estabas borrada de mi memoria, mi corazón me guiaba a hacerlo. !Era para encontrate Mana! Dicho esto él la besó de nuevo con pasión, ella le siguió el juego y lo abrazó del cuello nuevamente mientras él la abrazaba hasta parecer que no la dejaría respirar, no es que le importara; ella sólo quería mantenerse cerca de Atem para siempre desde ahora.
Después de un rato; con pesar, ella rompió el beso: -¿Qué pasa?, preguntó decepcionado. -¡No le has avisado a nadie! Ninugo más que el pueblo y yo sabemos que has regresado! -Después de decir esto Mana lo llevó coriendo a la sala dónde se encontraban los sacerdotes del faraón. Entró corriendo jadeante, con un Atem igual que ella pero con la ropa estropeada. -Mana, te hemos estado esperando. ¿Dónde rayos estab...? -Hola Mahad. -Mi faraón. -¡Faraón! -¡Ha vuelto! Algunos dijeron, mientras otros estaban callados, el shock de verlo fue demasiado para ellos. Con paso torpe Mahad se acercó a Atem, y a incredulidad de todos, lo abrazó: Lo hemos extrañado, faraón. -Igualmente, Mahad, mi amigo -dijo sin poder contener más sus lágrimas-. ¿Hijo? -Padre, madre. La misma escena se repitió constantemente: todos los viejos conocidos de Atem lo abrazaban, lloraban, lo aclamaban. Por fin: su amigo y su legítimo rey había regresado. -Por fin podrás tomar tu lugar como faraón hijo. -Lo que más esperaba era volverlos a ver a todos en realidad. !El asunto del mando será más tarde!, quiero saber qué ha pasado todo este tiempo que he estado ausente.
Cuando todos los ánimos se calmaron por la emoción de volver a ver a su faraón, Atem escuchó atentamente lo que tenían que decir sus amigos: Seto había regído justa y benévolamente el gobierno del faraón durante toda su auscencia en el modo vivo, había desposado a una mujer llamada Kisara de un color peculiar de piel y ojos a quien conoció más tarde, y ahora tenía un hijo, Mahad e Isis hicieron lo mismo: sólo que ellos lo hicieron poco tiempo después de encontrarse en aquel su nuevo mundo: resultó que Isis se había dado cuenta de sus sentimientos por Mahad el mometo que lloró su nombre, por lo que decidó no esperar más cuando lo volviera a ver, Mana era ahora una de las sacerdotizas del consorte del faraón; ahora a la altura de Mahad, Karim había encontrado esposa igualmente y Shada por su parte permanecía en selivato hasta encontrar a la mujer correcta, Shimon ya ni era sacerdote, sino que ahora vigilaba el equilibrio entre el mundo espiritual y el mundo físico. -No puedo creer haberme perdido todo eso, pero ahora no volveré a perder de vista nada -se paró- Esta vez volví para quedarme -dijo con una sonrisa triunfante en su rostro.
-Mi faraón, ¿Podríamos saber cómo fue su estadía en el mundo vivo? -Claro. Después de contarles toda su aventura con su reencsrnación Yugi todos quedaron asombraoldos, no sabían que hubiera tenido que parar por tanto: su duelo contra Kaiba, su odisea en el Reino de los Duelistas, su pelea por conseguir a los Dioses contra Marik, su pelea contra Bakura y Zorc, había pasado por mucho y se había hecho más fuerte y sabio, pero por fin estaba ahí y era lo que más improtaba.
Mana y Atem ahora estaban en la habitación real: era bastante amplia,jeroglíficos de su historia pintaban sus paredes con el recuerdo próspero del dueño de aquella habitación, el color que adornaba las vigas era azul con grecas doradas y las paredes mantenían su color natural amarillento, una pequeña mesa en la entrada del balcón que daba al atardecer daba una alegre vista, la cama de algodón lucía cómoda y en su pared a la derecha de la misma podían verse sus ropajes de faraón. Al darse cuenta de esto, vió que aún traía puesta la ropa del mundo de los vivos, por lo que se apresuró a cambiarse. Mana veía sonrojada cómo él sin ninguna pena se desvestía; tapaba sus ojos con las manos pero se dejaba ver por un espacio de su mano con un ojo sonrojada hasta que terminó de arreglarse, todo hecho volteó a verla: -¿Cómo me veo? -Como si nunca te hubieras ido. -Mana, lo siento. -¿Por qué? -Te hice esperar por tanto tiempo, todo eso fue mi culpa, debiste seguir adelante. Te abandoné, no pensé en ti al momento de sellarme con Zorc en el Rompecabezas. -No digas eso, era lo que debías hacer. No te habría dado mi corazón de no haber sido por ser como eres: eres amable, bondadoso y pones el bien de todos sobre el tuyo. Eso es algo que amo de ti. Y por eso estoy dispuesta a esperarte lo que sea necesario.
Atem no pudo aguantar sus lágrimas de la emoción: por fin se sentía en casa.
-Mana. -¿Mmm? -¿Cuándo le diremos a todos que estamos casados?

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