Cuando el Abismo te ve de regreso.

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Capítulo 2 

Una persona no debe de ver el abismo. El abismo es algo reservado para personas que cuentan con un tercer ojo, que fueron entrenadas para verlo y buscarlo. ¿Qué es este abismo? Un abismo es la oscuridad que no deja que la luz entre. En el abismo no se encontrara nada que no sean pesadillas y miedos. El abismo solo lo pueden transitar aquellos que han entrenado para enfrentarlo y aún así, alguien entrenado piensa en entrar a un abismo. El abismo, una distorsión, donde el tiempo deja de existir, donde la luz deja de existir, donde la vida deja de existir. Sólo los nacidos en el abismo, las criaturas de la noche, de la oscuridad, las criaturas sin alma, sin corazón, que buscan alimentarse del corazón de otros, sólo ellos pueden vivir ahí. Eso es el abismo donde has entrado, pequeño Arturo. El sello no funcionó ya. El tiempo de tu despertar llegó y llegó cuando no estaba cerca de ti. Sólo espero que no sea muy tarde y pueda alcanzarte, antes de que te pierdas para siempre o que te encuentren estos seres, si te encuentran, corre Arturo, corre por tu vida. ---------- Un hombre con una capucha puesta.

Arturo entró al abismo. Se dio cuenta que no podía ver nada en un principio, pero poco a poco sintió que su mirada se acostumbraba a la oscuridad y pudo visualizar algunas de las bardas de los vecinos del callejón. Sus piernas aún temblaban y su corazón palpitaba demasiado rápido. Sentía el sudor de su frente, el vacío en su estómago y sus sentidos lo hacían pensar que había peligro en todas partes, lo tenían en una intranquilidad agobiante, pero aun cargando todo esto, Arturo decidió seguir. No podía correr, sentía una fatiga que no había sentido antes, tal vez era por correr tanto o tal vez era esta neblina, pero no importaba, Arturo siguió su camino a donde debía estar su casa. Durante el primer tramo, todo parecía normal, sólo oscuridad, sin ruidos, cargando con el peso de su cuerpo, pero nada más; fue en el segundo tramo donde sintió la diferencia. Después de lo que él pensaba, habían sido horas, escuchó algo. Arturo se detuvo. No podía moverse. No era que el cansancio ya hubiera vencido su motivación, no era la pared que había sentido con anterioridad, no, esto era distinto, esto era un temor mayor a lo que había sentido. Esto fue terror, un terror que apagó su cuerpo, que desconectó todos sus nervios y que lo hacía sentir que todo se había acabado. Lo que Arturo escuchó fueron uñas. Garras pensó, que habían pasado por un ladrillo de alguna pared de sus vecinos y sonaba cerca de él. Pensó, que tal vez lo habían seguido, que algo en la oscuridad lo había seguido, esperando, vigilando y preparándose para atacar. Arturo empezó a gritarse internamente - Mué...vete...- Gritaba con angustia dentro de él, porque sus labios no se movían tampoco - Muévete, Arturo, tienes que moverte -. Comenzó a sudar y lágrimas a salir de sus ojos, la garra se escuchó de nuevo, más cerca de él. Arturo gritó de nuevo, pero esta vez no sólo fue interno - ¡MUÉVETE, ARTURO! - y como si alguna maldición se hubiera roto, Arturo recuperó el control de su cuerpo, la fatiga desapareció y pudo ver más dentro de la oscuridad y encontró a la criatura que lo seguía. Una criatura negra, de patas largas y brazos largos. Caminaba en cuatro patas, de varios ojos, rojos, que brillaban y miraban a Arturo intensamente. Pudo ver donde su casa estaba y Arturo decidió correr hacía ella. El momento que corrió, la criatura chilló, de emoción, y comenzó la carrera detrás de Arturo.

Arturo no quiso voltear, siguió corriendo, pudiendo ver dentro de la niebla como si se hubiese disipado bastante y notó que esa criatura no estaba sola. Había varias, de distintas formas, todas en los edificios, viéndolo, raspando sus garras y chillaron junto a la criatura original y todas fueron detrás de Arturo.

Arturo sentía que se caía, pero no podía caer, no podía dejar que lo alcanzaran, tenía que seguir, tenía que alcanzar su casa y despertar, así que dio todo, dio más de lo que podía, no sabía qué era, tal vez la adrenalina, pero por fin vio la entrada a su casa, la puerta de vidrio con el número del edificio y sintió un alivio que casi lo hizo olvidar todas esas criaturas chillando, detrás de él, pero no podía parar, tenía que seguir, tenía que abrir la puerta y cerrarla tras de él, tenía que despertar, ir a su mundo y olvidar que todo esto había pasado. Pero, lamentablemente para Arturo, esto no iba pasar, pues frente a su edificio, una criatura más grande cayó del techo. Esta era algo distinta, era grande, de 2 metros y medio y ancha. Se paraba en dos patas y sus brazos eran brazos mas largos y con garras mas prominentes. Chilló de manera distinta, que hizo que las otras dejaran de chillar y se detuvieran.

El último caballero: El corazón de los magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora