Seth Williams se caracteriza por muchas cosas: ser el playboy de la escuela, saber exactamente qué palabras decirte para tenerte como una gelatina, ser increíblemente guapo ... y sexy, no olvidemos sexy. Pero, también tiene estas otras característic...
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Escucho el gruñido escapar mi garganta cuando la inconfundible sensación se apodera de la parte baja de mi abdomen, seguida por el leve, pero perceptible temblor de mis piernas.
Mi mente viaja hacia los ojos verdes más hermosos que he visto en mi vida, el cabello castaño claro más largo y ondulado y perfecto que he podido apreciar. Pienso en sus largas piernas, normalmente al descubierto, debido a sus faldas. A veces ocultas bajo un pantalón suelto al azar.
Veo su mirada fija en mí.
Piernas alrededor de mi cintura. Imagino que son las suyas. Sus labios susurrando mi nombre, con cada uno de mis movimientos.
Hundo mi rostro en la almohada, aferrándome a sus manos en un intento por mantenerme malditamente callado. Pero es difícil cuando solo puedo pensar en ella y en lo perfecto que se sentiría estar entre sus piernas.
―Charlotte ―su nombre escapa mis labios, cuando finalmente me dejo ir, mi cuerpo temblando de placer y perdiendo la fuerza, todo en unos segundos.
Suspiro y ruedo hacia un lado, sintiendo mi cuerpo relajarse demasiado pronto. Ojala aquella sensación pudiera durar para siempre y la imagen de Charlotte pudiese quedarse grabada en mi mente, para recordarla a cada segundo.
―Me llamo Alexia ―espeta y eso me hace soltar un gruñido.
El sueño duró poco.
―Ya lo sé ―replico, finalmente irguiéndome hasta quedar sentado en el borde de la cama.
Escucho el suspiro frustrado que ella deja salir, pero no digo nada. ¿Qué hay para decir? Ella sabía que solo venía por una distracción. Ella lo disfrutó, si mal no recuerdo por todos esos sonidos tan extraños que estaba haciendo. Pero solo fue eso: sexo.
―¿Charlotte Evans? ―pregunta, haciéndome rodar los ojos. Y ahí vamos de nuevo―. ¿Estabas pensando en la cerebrito de la clase mientras teníamos sexo? ―exige saber.
Sé bien que ya se ha sentado, probablemente cruzando sus brazos sobre su pecho, enfadada. Suena muy enfadada.
Durante su pequeño berrinche, ya me he puesto la ropa interior y el pantalón. Me pongo de pie y paso mi polo sobre mi cabeza, antes de contestarle.
―¿Algún problema con eso? ―pregunto.
Cuando ya estoy completamente vestido y me aseguro de tener todas mis cosas (billetera en el bolsillo, llaves en el otro, celular en la mano), finalmente me giro a mirarla.
Efectivamente, tiene los brazos cruzados sobre el pecho ―desnudo, pero no logra causarme emoción alguna― y la mirada furiosa sobre mí.
―¿Es que te gusta o qué? ―exige saber.
Me encojo de hombros. En parte, no quiero contestarle porque pues, no tengo porque hacerlo. Aun así, no quiero que tome eso como una señal de que mi respuesta es negativa.