Hijo del Espíritu

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Al día siguiente, todos estaban preparados para su excursión. Cosimma, Leo y Killian decidieron viajar a Argentina, mientras que Gideon, Joselyn y Joy a Jerusalén. Estaba más que claro que Gideon no iba a perder de vista a Joy. No confiaba en él y hasta que no demostrara que todo era cierto, no iba a hacerlo.

En un helipuerto privado, de vaya a saber quién, los esperaban dos Jet para llevarlos a su destino. Tenían pocos días para conseguir la primera espada antes de tener que enfrentarse a Caín.

—Eso es viajar con estilo, hermanito —bromeó Gideon al ver los aviones esperando por ellos.

—No es un viaje de placer, Gideon —le recordó Jo.

—No te preocupes, sé comportarme —entonó, mirando con descaro a una de las azafatas que se encontraba esperando por ellos en las escaleras del Jet.

Joselyn rodó sus ojos antes de mirar a su otro hermano, que debía subir al otro avión.

—Ten cuidado, quieres —le susurró a Killian conforme lo abrazaba con fuerza.

—Tú también, hermanita —Ambos se soltaron y observaron a Gideon charlar muy animadamente con la azafata—. Y cuida de él, no queremos perderlo de nuevo.

—Haré lo que pueda —prometió la chica vampiro. Jo observó a Leo, que estaba enfrascada en una conversación con Cosimma—. Tú cuida de ella, pero también cuídate de ella.

Killian la miró frunciendo el ceño confundido.

—Creí que te gustaba.

—Y así es, pero también sé que es la única que puede lastimarte —Se elevó de hombros—. Y no la conocemos tan bien como nos jactamos —confesó.

—No te preocupes, no dejaré que nada malo pase —Le tranquilizó.

—¡Tenemos el domingo encima! —gritó Gideon, para hacer que sus hermanos se apresurasen.

—Ve —instó Killian a su hermana, después de dejarle un beso en la mejilla.

—Nos vemos a la vuelta —esbozó Jo, para luego girar y caminar hacia el Jet para entrar en él.

Gideon esperaba en las escaleras a su hermana, luego de obligar a Joy a subir para tenerlo controlado. Killian observó a sus hermanos subir al Jet y ser preparado para iniciar su camino hacía Tierra Santa. Posteriormente, hizo su propio camino hacia el otro Jet en donde Leo y Cosimma, ya lo esperaban dentro.

Leo estaba ensimismada, con la mirada perdida en la ventanilla, aparentemente observando despegar al Jet en donde iban Gideon y los demás; sin embargo, Killian sabía bien que ella ni siquiera estaba registrando ese despegue, ni siquiera en lo que ocurría a su alrededor. Como Cosimma estaba enfrascada en otro de sus libros viejos, absorta en su tarea, Killian decidió tomar asiento frente a Leo, aunque ella no lo haya registrado; optó por no interrumpirla y dejarla que lograse, o que al menos tratara, de poner todo aquello que le estaba molestando, en orden.

Luego de un par de horas de viaje, Leo se había quedado dormida con la frente apoyada en la ventanilla, Cosimma seguía leyendo, el único movimiento que se distinguía de la mujer, eran sus ojos yendo de un lado a otro casi perdida entre las páginas. De a poco, Killian estaba perdiendo la cabeza, todavía le faltaban unas seis hora y un poco más para aterrizar, para después tener un par de horas más para llegar a su verdadero destino. Sin contar que debía observar el lugar y así descubrir como entrar y no suicidarse en el intento, bueno, al menos Leo, ya que tenía entendido que Cosimma podía vivir muchos años. Aunque ignoraba si podía ser matada con facilidad o como ellos, perdiendo el corazón. De todas maneras, no podían llamar la atención, los humanos ignoraban la existencia de los vampiros o de alguna otra especie y si se llegara a descubrir, todos estarían en peligro, a pesar de lo que pasase con Caín.

La bruja del barrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora