Capítulo II·Pastillas

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 Él no la merecía. No merecía la vida y lo sabía. La tina se encontraba llena, y varias pastillas para dormir sobre el lavabo. Todo parecía bien. Eso estaba bien en su cabeza. Después de dejar la misma "última carta" sobre la tapa del retrete se adentró en la tina, con el agua tibia hasta su pecho. Tomó con delicadeza las pastillas, casi con miedo. Pero debía hacerlo. Por ella. 

Metió varias pastillas a la vez dentro de su boca y, con mucho esfuerzo y agua, las tragó al mismo tiempo. Después de un momento hicieron efecto, dejando al hombre inconsciente. Por lo cual se fue hundiendo en la tina hasta cubrir cada cabello de agua. 

 No supo qué ocurrió después, no fue sino hasta que despertó recostado sobre su cama, con la señora Watson tejiendo en una silla en su lado derecho que entendió. De nuevo, había despertado. Tristemente, lo había hecho. Otro día y no estaba con ella. 

 Al parecer la señora Watson había entrado a la casa con las llaves que él le dio cuando le pedía cuidar a su hija, y lo encontró en la tina. Inmediatamente lo sacó y, metiendo dos dedos muy profundo en su boca, lo hizo vomitar. Después de un gran regaño por parte de la señora Watson, y una recomendación de psicólogo, se fue. Dejando al pobre hombre afligido y, nuevamente solo.    

Sin razón de vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora