Hambre, hambre, mucha hambre. Miguel llevaba apenas dos días en San Fransokyo y estaba que se moría de hambre. En retrospectiva tal vez no había sido buena idea irse a vivir fuera del país de manera impulsiva para intentar llegar a un público más amplio. Tal vez debía de haber esperado a conseguir un contrato que lo llevará ahí o haber ahorrado más que para el boleto de ida y comida para medio día. Por esto Miguel se encontraba deambulando las calles buscando un trabajo y tal vez algo de comer. Fue entonces que vio un letrero con un pequeño gato que decía Lucky Cat Café. El gatito le recordó a Pepita y decidió entrar a preguntar por un trabajo, para al menos comer ese día.
El único problema fue que Miguel, quien había vivido acostumbrado a comer de manera regular y abundante,por lo que subestimó lo mal que le había hecho no comer en casi 48 horas. Al entrar empezó a sentir un mareo que lo hizo perder su balance y acabó en el piso. No supo cuánto tiempo pasó desmayado, pero al despertar vio a una linda señora con cabello café que le hablaba.
–¡OYE, OYE, OYE! ¿Estás bien? ¿Me escuchas? –la señora le dijo con preocupación.
–Sí, sí. Perdón, no sé qué me pasó. Normalmente no soy tan torpe –le respondió Miguel tratando de calmarla mientras se incorporaba. Realmente no había querido causar una escena, pero aún se sentía algo mal.
En ese momento bajó por las escaleras un chico alto, con cabello negro y lacio con unos lindos ojos cafés. Llevaba un maletín rojo que Miguel solo notó cuando lo puso frente a él, se sonrojó al darse cuenta que se le había quedado viendo fijamente con cara de idiota.
–Tía Cass, ya traje a Baymax. Deja que él haga su trabajo, tú no te preocupes, –dijo el muchacho mientras presionaba un botón del maletín. De este salió un globo que se fue inflando hasta que se convertirse en un enorme muñeco color blanco.
–Hola soy Baymax, tu asistente médico personal. Iniciando escaneo –dijo el adorable robot mientras pasaba una luz sobre Miguel. Él se quedó pasmado, nunca había visto nada como eso.
–Escaneo completado. Lo que sufriste fue un desmayo, causado por la falta de alimento de aproximadamente 48 horas. Recomiendo una comida nutritiva y un régimen de dieta constante para prevenir futuros incidentes –reportó Baymax levantando el dedo– Eres un chico valiente, toma una paleta.
–Ah eh... ¿gracias? –respondió tomando la paleta que le ofrecía. No estaba seguro de que no estuviera teniendo una alucinación por el hambre.
–Ahora tienes que decir que estás satisfecho con tu cuidado –le dijo el chico de cabello negro.
–Ah, estoy satisfecho con mi cuidado –en cuanto lo dijo Baymax se desinfló y se volvió a meter a su maletín.
–Espera, ¿no habías comido en dos días? –le dijo la señora que asumió se llamaba Cass– ¿Cómo es posible? No puedes andar con hambre por la vida"
–Realmente no fue intencional, acabo de llegar a la ciudad y no tengo dinero para comer.
–¿Llegaste sin dinero? –esta vez quien habló fue el otro chico, que lo veía con algo de consternación– Eso fue bastante estúpido.
–Hiro tiene razón, no puedes andar así. ¿Qué te parecería trabajar aquí? Ahora que mi tierno sobrino va a entrar a clases de nuevo, necesitaré las manos.
–¡Me gustaría mucho! También soy músico y si me deja podría crear entretenimiento.
–Eso sería maravilloso. Yo me llamo Cass pero puedes decirme tía Cass. El es mi sobrino Hiro –recalcó con un gesto apuntando al chico.
–¡Mucho gusto! Yo me llamo Miguel Rivera y vengo de México, de un pueblo que se llama Santa Cecilia. –Contestó con una gran sonrisa dándole la mano primero a tía Cass y luego a Hiro. Al tomar su mano se vieron fijamente a los ojos unos segundos y fue como si una descarga de electricidad pasará por sus manos. Al separarse Hiro se percató de que su mano se sentía cálida por el contacto con el otro chico.
–Bienvenido, Miguel. ¿Podrías empezar mañana? Así me daría tiempo de darte un día de entrenamiento antes de que tenga que volver a la universidad.
–Bueno chicos, los dejo para que se pongan de acuerdo. Si me necesitan estoy en la cocina –les dijo tía Cass mientras pasaba por la puerta que llevaba a la cocina.
–Mañana estaría bien. Así tendré tiempo para ir a recoger mi guitarra del locker donde la dejé en el aeropuerto y buscar un lugar donde vivir.
–¿Dónde has vivido estos días? –le preguntó Hiro con preocupación.
–En un hotel cápsula, es todo lo que podía pagar.
Hiro le hizo una señal con la mano de que lo esperará un segundo y sacó su celular. Mando un par de mensajes y le pidió a Miguel que le pasara su teléfono.
–La dirección que te estoy pasando es de unos departamentos que son de un amigo. Dice que te puedes quedar ahí cuanto necesites y que no te preocupes de la renta por ahora.
–¡Pero esto es demasiado! No puedo aceptarlo. –A Miguel le apenaba un poco que hicieran tanto por él cuando no llevaban nada de conocerse.
–No te preocupes, Fred estará encantado de que uses el espacio. Además me estás salvando de la culpa de dejar a tía Cass sin ayuda mientras voy a la escuela, –le dijo Hiro con sinceridad–. Solo llega temprano y trabaja duro.
–¡Muchas gracias! Si no fuera porque sé que los americanos odian el contacto físico, te abrazaría.
Esto hizo que Hiro se sonrojara. Si bien no le molestaban las muestras de afecto, la idea de que MIguel lo abrazara lo ponía algo nervioso.
–No dejes que te oiga tía Cass, ella sí que ama los abrazos. Llega un punto en que si no dices algo podría asfixiarte. –Le dijo en voz baja. Si bien Hiro amaba mucho a su tía en más de una ocasión pensó que podría morir por la fuerza de sus abrazos.
–¿Ya se pusieron de acuerdo? –preguntó la tía Cass, quien había regresado con una bolsa de papel en las manos– Toma algo de comida, al menos para que aguantes hasta mañana.
Miguel no lloró de felicidad por pura suerte, realmente estas personas estaban siendo demasiado buenas con el.
–Prometo trabajar muy duro –les dijo con firmeza.
–Seguro que sí. Nos vemos aquí mañana a las 8.
–¡Hasta mañana! –Miguel dijo dándose la vuelta y saliendo por la puerta.
Hiro lo vio salir del café sin apartar su vista hasta que la figura del otro muchacho desapareció entre las calles. Aunque no se le diera bien conocer gente nueva se sentía emocionado de conocer a alguien como Miguel.
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Y yo no buscaba a nadie y te vi
RomanceMiguel llegó de manera improvisada a Estados Unidos sin un plan y termina trabajando en el Lucky Cat Café. Ahí conoce a Hiro, con quien forma una amistad y un vinculo profundo. Sin pensarlo ni buscarlo acaban enamorándose uno del otro, algo nuevo pa...