Hacer café no es una ciencia

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–Mira no es tan difícil –le explicó Hiro por quinta vez a Miguel, ya estaba empezando a perder la paciencia- Solo metes los ingredientes a la máquina y presionas los botones. Te juro que no es ninguna ciencia.

–Perdón, la verdad es que en mi casa mi abuela y mi mamá preparan todo. Ni siquiera me preparaba mi café –Respondió Miguel con mucha pena. Había llegado temprano para que Hiro lo entrenara y al principio todo había estado bien. Tomar las órdenes no era complicado porque tenía buena memoria y balancear los platillos en la bandeja no era más difícil que bailar con una guitarra en las manos, pero al parecer la máquina de bebidas lo odiaba porque no había logrado obtener ni una con un sabor decente.

–Está bien, solo sigue intentando -le contestó con más paciencia, realmente no había querido hacerlo sentir mal- Si en serio no puedes, mejor pídele ayuda a tía Cass.

Aprovechó ese momento para sentarse, aun tenían tiempo antes de que llegaran lo primeros clientes por su café matutino.

–Intentaré que me salga hoy para que puedas regresar a la escuela con tranquilidad, –le aseguró Miguel, quien había decidido mantenerse de pie al lado de la silla donde estaba Hiro–. Por cierto ¿qué estudias? ¿Cuánto tiempo llevas de la carrera?

–Ah pues, realmente terminé la carrera de ingeniería a los 18 años. Ahora estoy a la mitad de una maestría en ingeniería robótica y estoy empezando a asesorar en proyectos que tienen que ver con mi campo –dijo como si fuera completamente normal terminar de estudiar ingeniería a la edad que muchos apenas salian de la preparatoria.

–Entonces, eres un tipo de genio –le dijo Miguel asombrado.

–Algo así. La verdad es que todos mis amigos también lo son, como lo era mi hermano. Así que no siento que sea tan excepcional. –Cuando era más joven solía ser algo prepotente sobre su inteligencia pero el tiempo que había pasado lo había vuelto mucho más humilde. El cambio había sido tanto mental como físico. Había dejado con la adolescencia la asimetría de su cuerpo después de un par de estirones, con lo que se hizo más alto y con facciones más definidas. Seguía siendo algo delgado pero con una cierta elegancia en su esbeltez, complementada por su largo cabello que caía a sus hombros–. Eso sí, estoy muy orgulloso de varios de mis inventos médicos y de construcción, me gusta pensar que le han hecho bien a muchas personas.

–Eso es genial –le dijo Miguel con mucha emoción.

–¿Qué hay de ti? Sé que eres músico pero nada más.

–Bueno la música es algo que siempre ha sido parte de mí. Aprendí a tocar solo porque mi familia solía odiar la música –le contestó Miguel, recordando la época en que no podía escucharse ni un chiflido en su casa y su aventura en la Tierra de los Muertos–. Después descubrimos que mi tatara abuelo había sido un gran músico y compositor y me dejaron seguir mi sueño.

–Y por eso decidiste venir aquí.

–Así es. Aunque en retrospectiva debí hacerle caso a mi agente y esperar a tener un contrato antes de venir –admitió Miguel, la verdad es que no había tenido un plan concreto–. No me iba mal en México, ya me estaba volviendo algo conocido pero sentí que era momento expandir mi público.

–Viendo que ayer te desmayaste por no comer, creo que te habría hecho bien esperar –le dijo Hiro con la ceja alzada–. Pero bueno ya estás aquí y tía Cass dice que puedes tocar algunos días a la semana.

–¡Entonces podrás escucharme tocar! –le dijo con clara emoción en sus ojos.

–Paso mucho tiempo en el laboratorio pero seguramente podemos coincidir algún día, –le aseguró Hiro con una sonrisa sincera. La verdad es que la emoción con la que hablaba Miguel sobre la música lo hacía querer escucharlo, sobre todo en ese momento que se veía tan feliz por la idea de que lo viera–. De cualquier manera mis amigos y yo solemos venir a comer aquí y seguro ellos también querrán escucharte.

–¿Tus amigos genios? Los conociste en la universidad ¿verdad? –preguntó con curiosidad Miguel, sabía que preguntaba muchas cosas pero le emocionaba mucho conocer más de Hiro.

–Realmente primero fueron amigos de mi hermano y luego también se volvieron mis amigos. Son algo mayores y por eso ellos ya van a terminar sus maestrías, en lugar de estar en medio de ellas –le contestó con calma. En un principio hablar de Tadashi había sido muy duro para él y trataba de evitarlo pero con el tiempo había logrado hablar de él sin sentir el enojo y la desesperación que lo habían dominado alguna vez. De verdad que la terapia podía hacer maravillas.

–Tu hermano... ya no está aquí ¿verdad? –le dijo con cuidado, era la segunda vez que lo mencionaba en tiempo pasado y en sus ojos había la misma expresión de tristeza que ponía Mamá Elena al recordar a Mamá Coco.

–No... él falleció hace algunos años, en una explosión. Luego resultó que no había sido un accidente, sino que había sido causado por uno de sus profesores y... –Hiro pasó los siguientes minutos explicándole lo que sucedió al activar a Baymax, sus modificaciones, los planes de Callaghan y como casi pierde su propia vida–. En fin, eso fue lo que ocurrió.

–Lo siento mucho, Hiro –dijo Miguel con tristeza, poniendo una mano en el hombro del otro. La verdad es que no sabía qué haría si algo le llegara a pasar a Coco. Aunque sabía de la Tierra de los Muertos no podía ignorar lo horrible que era perder a alguien que quieres.

–Está bien –le respondió Hiro con los ojos algo humedecidos y tomando la mano de Miguel–, en su momento me dolió mucho pero me gusta pensar que, contra toda lógica y prueba, Tadashi aún me cuida.

–Seguro que sí –le dijo Miguel con una sonrisa que le aseguraba a Hiro que no tenía ninguna duda.

Hiro parpadeo para evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos y vio con curiosidad al otro chico.

–No sé qué tienes, Miguel Rivera. A mi terapeuta le tomó semanas que empezara a hablar de mi hermano y a tí te conocí ayer y ya siento la confianza de contarte todo.

–Gracias, si necesitas hablar, tú solo dilo y estaré ahí de inmediato–le contestó apretando la mano que aún no soltaba.

Si dependiera de ellos hubieran quedado viéndose el uno al otro por horas, pero la campana del café les anunció la llegada de los primeros clientes del día. Esto hizo que se incorporaran y se pusieran a trabajar. Ambos quedaron pensando que en lugar de un entrenamiento rápido, en esta mañana habían tenido quizás una de las pláticas más profundas que habían sostenido en su vida. 

Y yo no buscaba a nadie y te viWhere stories live. Discover now