Aria sentía ese vacío
otra vez
su madre le dijo una vez
"no puedes escapar de la muerte"
y ella por un momento,
un sólo momento,
se sintió feliz.
Y espero.
Los días pasaban,
los meses,
y los años.
Hasta qué un día llego,
llego como un rayo,
como una fuerza sobrenatural.
Algo repentino.
Algo inesperado.
Ella sonrió.
Y murió.
En una cama solitaria,
yacía una mujer.
Se llamaba Aria.
Y su vida nunca fue feliz.