F I N A L A L T E R N A T I V O

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"No eres mala persona, eres una buena persona a la que le han ocurrido cosas malas"
Sirius Black.

         KIARALYS SE REMOVIÓ SOBRE LA HÚMEDA capa de tierra que la envolvía, frunciendo el ceño con una pequeña molestia en la cabeza que zumbaba a través de sus sienes

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         KIARALYS SE REMOVIÓ SOBRE LA HÚMEDA capa de tierra que la envolvía, frunciendo el ceño con una pequeña molestia en la cabeza que zumbaba a través de sus sienes. Intentó abrir los ojos, perezosa, pero la luz que se colaba entre las ramas de los árboles le impidió sacudir los párpados. Con un gruñido silencioso estiró el brazo, lentamente, acariciando con suaves trazos las hierbas que se mecían con el fuerte viento. Un temblor le recorrió el cuerpo, poniéndole los vellos de punta, y con los músculos agarrotados y tensos subió las manos hasta sus ojos, frotándolos con cansancio.

Lo primero que vio, con gran esfuerzo, fueron brillantes destellos de sol que irrumpieron sobre su figura. No se sorprendió, de hecho, no se sorprendió en ningún instante de que eso estuviera pasando porque siempre tuvo despertares similares. Pero, sin lugar a dudas, se encontró aguantando la respiración cuando fue consciente de donde se encontraba. Parpadeó, apretando los puños con fuerza por el pánico que pareció arraigarse en su estómago, y observó nuevamente a su alrededor como si no pudiese creer lo que estaba viendo.

Era... Era el mismo claro. Era el mismo en el que había intentado despedirse de su familia y era el mismo claro en el que se había confesado finalmente a Daryl Dixon. Lo recordaba, no podía decir lo contrario cuando las imágenes recorrían su mente como flashes, uno detrás de otro. Glenn había sido el primero, porque recordaba bastante bien los gritos y los sollozos que compartió con él. Maggie fue la segunda, porque la recordaba a ella con sus ojos esmeralda y sus lágrimas, inclinada sobre su cuerpo. Luego fue Carl, porque recordaba haberse burlado de su nombre y, una vez más, de su actitud para con ella. Y le siguieron los demás, con Merle encabezando la lista y terminando con Carol, que le recordó a las veces que el mayor de los Dixon prometía ocultar su enamoramiento adolescente y las veces que cocinó junto a la canosa las ardillas que cazaba el ballestero.

Los recordó a todos ellos, y por eso supo que fue real.

Volvió a mirar los matorrales que se encontraban cerca de ella, con el ceño fruncido, y giró lentamente la cabeza, con un dolor agudo recorriendo la parte trasera de su cuello. Metros más allá, con un charco de sangre seca y los intestinos rodeando su podrido cuerpo, se encontró con un caminante, que tenía una flecha de puntas verdes y anaranjadas enterrada en la frente. Ladeó una sonrisa, algo parecida a una mueca de incomodidad, e intentó darse la vuelta en la tierra para erguirse. Cuando su espalda dio contra la corteza del árbol que creaba un manto de sombra sobre ella un repentino mareo le invadió, haciéndole cerrar los ojos con fuerza. Cuando los volvió a abrir, como había hecho anteriormente, puntos negros aparecieron en su visión, como manchas de barro o focos oscuros. Se sintió frustrada, más que nada por lo que estaba ocurriendo. Se sintió desesperada, más que nada por lo que estaba pensando. Se sintió aislada, más que nada por lo que estaba viendo en ese momento. Se sintió desolada y vacía porque ahora que había despertado, de nuevo, se había dado cuenta de que su familia no estaba con ella. Se había dado cuenta de que no sentía el mismo sufrimiento agonizante que sintió en el último momento en el que cerró los ojos, se había dado cuenta de que estaba bien y se había dado cuenta, al fin y al cabo, de que estaba completamente sana.

𝗢𝗡𝗘 𝗦𝗛𝗢𝗧 | 𝗱𝗮𝗿𝘆𝗹 𝗱𝗶𝘅𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora