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Hoy (22 de enero)

Había pasado ya un mes del velorio de la pequeña Nati.

Ese día fue el más siniestro jamás antes vivido, lágrimas caían por todos lados, almas derrumbadas lamentándose por la perdida de una pequeña.

Carolina aún recordaba ese día, había sido el peor de su vida, tener que despedirse de las cenizas de su hija que apenas pudo conocer unos minutos era lo peor que le pudo haber pasado.

Cada día que pasaba desde la muerte de su pequeña era igual de gris, tormentoso y miserable como el día en que la habían arrebatado de sus brazos.

Desde aquel momento en que tuvo que decirle "adiós" a su pequeña, se alejo de todos y de todo. No hablaba con nadie y no salía de su habitación, había renunciado a su trabajo en Barcelona y ya no veía a sus amigos, tampoco contestaba mensajes. Habían días en los que no comía o no dormía. Una vez su mamá la encontró en su habitación a punto de tomarse unas pastillas, decía que lo único que quería era reunirse con su pequeña, que se sentía muy sola.

Decía que se sentía muerta, que estaba enterrada en un gran hoyo negro en el que no tenía escapatoria, creía que por cada latido de su ya quebrantado corazón, agonizaba cada vez más, pero de una manera demasiado cruel.

...

Agustín desde el día del velorio había intentado estar con Carolina, pero esta no hacía nada más que rechazarlo, y eso sólo era algo que mataba más al morocho, había perdido a su hija y también a la chica que amaba, ¿qué más le podía pasar?

Y sin embargo él seguía de pie intentando que la morocha se sintiera mejor, pero era algo imposible, y por más que él no quisiera, no podía seguir rogándole a esa chica, ella ya le había pedido un centenar de veces que la dejará, que no volverían a estar juntos, y aunque eso lo matará, tenía que aceptarlo, tenía que seguir con su vida.

No dejaría de lamentarse y de extrañar a su hija, pero él a diferencia de Carolina, quería que su princesa descansará en paz ya. Le dolía en el alma saber que su primer hija se había ido y que no regresaría, pero sino salía adelante se iba a hundir en una depresión en la cual sólo se asemejaría al estado de Carolina.

No era porque fuera insensible, amaba a su hija y el no tenerla lo hacía alguien incapaz de seguir siendo plenamente feliz, sin embargo él sabía que su pequeña princesa deseaba con toda el alma que él siguiera adelante y que buscará la felicidad, aunque no fuera a lado de su mamá. Él en cada segundo sentía la presencia de su linda muñequita, recordaba como sus ojitos se abrieron por primera vez y el tamaño de sus delicadas manos, cada detalle del pequeño cuerpo de su hija no sólo estaba guardado en su memoria, sino que también en su corazón, porque sabía que algún día la volvería a ver, pero también sabía que aún no era el momento, antes Nati amaría ver a su papá triunfar y salir adelante siendo feliz.

Justo en ese momento recordaba el día del parto mientras tocaba las cuerdas de su guitarra componiendo una pequeña melodía para su angelito.Sonrió por lo bajo al recordar cuando tuvo entre sus brazos a su pequeña hija, como imaginó la familia que formarían él, Caro y Nati.

Suspiró y dejó de lado sus notas y su guitarra cuando sintió como las lágrimas amenazaban con volver a salir. Se levantó y camino por todo su departamento, fue a su habitación y cuando sacó algo de ropa para meterse a la ducha, suspiró al ver un vestido de Carolina que aún colgaba en su armario. Tocó la fina tela y volvió a suspirar, olió el suave vestido blanco y cerró los ojos conteniendo las lágrimas.

...

Carolina caminaba por las frías y oscuras calles de Buenos Aires, al fin había sentido ganas de salir de su casa a tomar aire, quería despejar su cabeza, se sentía bastante cansada.

Te extraño (Aguslina) (TE #2) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora