Capítulo 1 El bosque que desorienta

22 6 1
                                    


Poco después de la muerte de Amadeus, Diot estuvo en depresión, la única esperanza que le quedaba era salir de viaje a ninguna parte, siempre había querido conocer el mundo del que le habían contado, era una oportunidad, un pretexto. En el pueblo lo veían como el hijo huérfano del herrero, quería honrarlo y que mejor manera de honrar los consejos de su padre que poniéndolos en práctica, al menos eso pensaba.

Diot tomó su espada, un cuchillo corto y un poco de dinero y comida, decidido en abandonar su vida sedentaria salió de su hogar y comenzó a caminar. Seguía el camino marcado para llegar el pueblo hasta perder el rastro, llegó a terreno alto y por primera vez en su vida logró observar el campo abierto, las montañas lejanas y el suelo salpicado de vegetación, era una sensación de libertad y alegría, Diot levantó su brazo y señaló con el dedo hacia en bosque y dijo:

-Ese es mi destino-

Diot comenzó a correr con entusiasmo, estaba emocionado. De vez en cuando hacía paradas para comer y beber, no se preocupaba por dormir, el creía que el bosque era un poco más seguro y esperaría hasta entonces, seguía caminando, cada vez con un ritmo mas lento, pero parecía no acercarse ni un poco.

Le costó tiempo y esfuerzo llegar al bosque pero por fin había llegado, miró que ya era de noche, los ruidos nocturnos estaban muy poco presentes, podía ver la tenue luz azul de la luna iluminando las hojas de los árboles, el viento era sumamente agradable y producía una sensación de frescura. Enseguida subió a la copa de uno de los árboles y se recostó sobre una rama gruesa, cruzó los brazos y se sujetó con las piernas, poco después consiguió dormir.

Esa misma noche tuvo un sueño extraño, estaba de rodillas cargando el cadáver de alguien que no poseía un rostro, Diot tenia los puños ensangrentados, de los ojos le brotaba un espeso liquido negro, todo era muy borroso pero distinguible, a lo lejos 6 siluetas deformes y oscuras se acercaban lentamente, parecían hablar una extraña lengua, cuando estaban ya demasiado cerca se agacharon y se quedaron quietos, eran muy oscuros y borrosos , indistinguibles, en un segundo todo se volvió oscuridad, una sensación de miedo invadió a Diot, que despertó en ese preciso momento con lágrimas en los ojos, le tomó un poco darse cuenta que ya era de día.

El miedo no desapareció por unos cuantos minutos, temblaba y miraba a todas direcciones pero se tranquilizó luego de ver un ave de color verde intenso que poseía unas alas brillantes y unos ojos rojos, se despreocupó de todo y de un salto bajó del árbol. El bosque era muy extenso, Diot caminó durante una hora tratando de ser cuidadoso para no perderse, pero había algo extraño, hasta el momento no había visto a ningún otro animal, no había señales de vida, por un momento se sentó en el suelo, tomó su espada, cerró lo ojos y se concentró, podía detectar algo, un aleteo y vibraciones en el suelo, miró hacia arriba y encontró a la misma ave de antes observándolo fijamente, enseguida Diot saltó hacia atrás y se dio cuenta que de el suelo donde estaba salia disparada una persona, quien enseguida se agarró de las ramas de un árbol y se puso de pie sobre una de ellas, revisó sus manos y con asombro vio que no había nada.

-¡Hey! ¡Intentabas robarme!- gritó Diot enfurecido empuñando su espada en posición de ataque.

Aquella figura volteó a mirarlo con una expresión de miedo y asombro, era un joven no mayor que Diot, rubio y con la ropa manchada de tierra y sangre, su rostro era iluminado por el sol, el ave se convirtió en un pequeño cubo de color verde brillante y cayó sobre la mano de aquel ladronzuelo, en ese instante su imagen desapareció. Diot no podía verlo con claridad pero seguía el sonido de los pasos que se producían delante de el sobre los árboles, corrían a una velocidad impresionante, Diot estaba furioso a pesar de que no le habían robado nada, la persecución lo llevó fuera del bosque, mas allá había un pueblo a la vista, pero el seguía preocupado en atrapar al ladrón, ahora no había obstáculos, podía verlo con claridad corriendo, Diot lanzó el cuchillo perforándole el pie y clavándolo en el suelo logrando así que tropezara, apenas pudo alcanzarlo puso la espada en su cuello y su pie en el pecho.

Guerra, Sangre Y FantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora