Y así fué. El le prometió amor eterno y ella ingenua le creyó, pero la flor que daba a su ventana maduró y ella también, se dió cuenta de que nada es para siempre.
A veces nos duele aceptarlo, pero todo tiene su final, no tendría sentido si no fuera así, con el paso del tiempo nos iríamos aburriendo de un mundo monótono.
