Capítulo 13

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Lectores expertos os habréis dado cuenta de por donde iban los tiros. No había manera de esconderlo mucho. Durante todo el tiempo que tarde en darme cuenta (4 meses aproximadamente) juro que no lo llegué a sospechar nunca. Quizás porque no era algo que entraba en mis planes, quizás porque me daba vergüenza decírmelo a mi misma o quizás porque la "admiración" es mas bonita y mas aceptada socialmente. Sí, me había enamorado de él. De su forma de ser, de sus ojazos azulados-grises y de su preciosa sonrisa.

Era mi prototipo, un caramelo enviado por Dios solamente para mí. Pero yo soy Atea y el casado. Sin contar los 20 años que me sacaba y el hecho de que me odiaba.
Aún con todo no podía evitarlo. Me dominaba y me ponía nerviosa, el hecho de que fuera mi profesor incluso alimentaba mi fantasía y a día de hoy, os puedo asegurar que eso es lo más peligroso que puede pasar.
El tiempo fue pasando esta vez mas lento. Cada clase suya era mi nirvana y mi pesadilla de 50 minutos. Lo miraba y lo disfrutaba. Lo escuchaba y lo deseaba. Y el me ignoraba y no me hablaba. Quizás sólo estaba enfadado y esperaba que yo le pidiera perdón. Quizás tenía que volver a entablar una amistad con él desde 0.

Esa pequeña idea fue creciendo cada día más. Es decir, siempre que Andrés se enfadaba conmigo yo le dejaba un tiempo para que se le pasara y luego le pedía perdón. Con Alex pueda que tuviera que ser igual. Necesitaba buscar un buen momento para poner en practica mi teoría y decidí hacerlo con un tema que a mi parecer habíamos dejado pendiente.

- Oye, ¿Silas te cae mal?

Le pregunté un día nada más acabar las clases.

Él no se esperaba que yo le hablara y menos que le preguntara eso, por unos segundos pensé que había metido por decimonovena vez la pata pero él no se mostró molesto con mi pregunta.

- Simplemente no me gusta la gente de su especie.

- ¿Por qué es asiático? Eso es racismo.

Ahí estaba la decimonovena vez.

- Mira Alicia, no sé que tanto te permite Silas faltarle al respeto, pero yo no soy él y lo que insinuás no me gusta nada, así que haré como que no lo has dicho. ¿De acuerdo?- Su tono se había endurecido y elevado considerablemente.

- Lo siento Alex.

Su silencio fue la indicación clara de que la conversación había llegado a su fin. Dios, que tonta había sido y que mal había acabado todo. La primera vez que había vuelto a tener una conversación informal con él y le llamo racista. Así se conquista. Aunque, a pesar de todo, estaba llevando las cosas muy lejos. No tenía que conquistarlo. Estaba casado, era mi profesor y me sacaba 20 años. Además realmente no entendí su comentario y tampoco había sido muy adecuado. ¿Habrían tenido algún problema? A pesar de todo no debí haberle dicho eso.
Por suerte la siguiente clase era Filosofía, que se me hizo eterna ya que necesitaba preguntarle a Silas sobre Alex. No entiendo porque nunca lo hice, si hablamos sobre todos los profesores sin tapujos. Supongo que tenía miedo de que mi voz cambiara al pronunciar su nombre, cosa que fácilmente se notaria.

Cuando por fin se acabó , recogí a una velocidad impresionante y le pedí a Andrés que me esperara en la puerta. Le caía mal Silas por la buena relación que teníamos pero nunca tuvo nada que decir malo de él, así que asintió y obedeció.

- Buena clase, me ha gustado.

- Con lo atenta que te veía, estoy seguro. No creas que por ser amigos voy a dejar de apuntar que no me prestas atención.- Advirtió con un tono divertido.

Que fácil era hablar con Silas y que diferencia con el bloque de hielo rubio con ojazos.

– Oye, tengo una dudilla. ¿Te llevas bien con Alex?

Ahí estaba. Esa misma expresión que vi en la cara de Alex el día que nos tropezamos. Esa mezcla de aburrimiento, fatiga y asco al escuchar su nombre.

- Uno más, no tengo mucho contacto. Ya hablamos luego que llego tarde.

No necesité más. Estaba claro que entre ellos había pasado algo. Suspiré aliviada, Alejandro no era ningún racista. Se llevaban mal y si Silas no me dijo el porqué significaba que también fue su culpa. Quizás fuera sólo su culpa y Alex una víctima. Y yo encima le había insultado. Tenía que arreglarlo y hablar con él, aunque me contestara mal, sería otra oportunidad de tener una conversación y no podía desaprovecharla. Una oportunidad más de conquistarle, cosa que recuerdo que no tenía pensado hacer.
Volví a casa pensado en cada palabra que le iba a decir, cuidando cada entonación para no cagarla más y así pasé toda la cena, y toda la noche. Tenía que hacerlo bien.

Querido Profesor IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora