Pugna

594 46 6
                                    

Caminó, escuchando el sonido del viento entre las hojas en lo que parecía ser un bosque aparentemente tranquilo y deshabitado, no obstante, sentía la presencia de una sombra observándolo, y con gracia, se movió para esquitar un ataque fatal dirigido a su yugular. No tuvo que verlo para saber que se trataba de él.

—Ruidoso.

—Lento —escuchó como respuesta.

Sujetó con fuerza el filo que intentaba seguir con su camino para lastimarlo, vio los ojos azules, fríos, pero de alguna manera brillantes. El rastro de la corrupción había desaparecido de su piel, dejándola pareja. El largo cabello azulino, danzando con el viento, salvaje e indomable, le resultó un elemento hermoso en su nuevo estilo.

Creció, había crecido tanto. A su mente llegó el recuerdo del cuerpo ajeno junto al suyo, mientras lo sujetaba con fuerza. El oscuro secreto que se ocultaba de todo aquel que pudiera decir en voz alta sus debilidades, su única debilidad. 

La fuerza que el chico ejercía iba disminuyendo paulatinamente. La expresión en el rostro ajeno cambió, se volvió más suave y casi se asemejó al Kayn que conoció alguna vez. Aquel que pese a todo le era alguien leal, la persona que cuidó durante un largo tiempo. 

Y lo veía en ese momento. Tan diferente a la persona que crió. El arma en sus manos yacía callada, con la cuenca vacía salvo por el rastro oscuro que demostraba su ausencia. La batalla final había sucedido hace más de un año, siendo Kayn el merecedor del poder. El único que era digno de tan glorioso logro.

Los dedos ajenos acariciaron el yelmo que cubría su rostro, como si en el fondo desearan ver su piel expuesta, esa parte oculta y pura que permanecía intacta en el alma de Kayn se mostraba brillante y descubierta únicamente para él.

Lo observó, como solía hacer cuando ellos estaban juntos. Cuando yacía entre sus sábanas blancas y las curvas se perdían entre los pliegues blancos que combinaban tan bien con la piel tersa. Cuando los labios pronunciaban con eterna devoción su nombre y sabía que él debía ser suyo y de nadie más.

El yelmo fue forzado a desprenderse de su lugar, cayendo en el suelo, no le importó en absoluto donde pudiese perderse. El aroma del bosque llegó a él y sus ojos se encontraron con los ajenos sin el metal de por medio. Sintió entonces que sus pieles que conectaban cuando los dedos se posaron en su mejilla. Respiró, extasiado. Aquel efecto que solo había podido lograr ese chico con cabellos de noche, aquel efecto que deseó jamás haber sentido. 

Pasó un brazo por la cintura ajena para juntarlo a él, sabiendo que podía salir lastimado, pero Kayn nunca soltó su arma y mucho menos lo alejó. La atracción mutua que sentían era palpable, podía deberse a todo el tiempo que pasaron juntos. Estando cerca, lo tomó de los cabellos, quería saber cuanto podía aguantar aparentando que entre ellos no existía algo más que juego del gato y el ratón. Que nunca había sucedido nada entre ambos y los únicos sentimientos que poseía eran odio y rechazo.

Tal vez si probaba su paciencia demostraría que el Kayn que conocía iba a regresar a su lado, y aunque fingiera que no le importaba, deseaba estar a su lado tanto como él quería que regresara.

La espera no duró mucho, los dedos se posicionaron con lentitud sobre los hombros ajenos, sin otro objetivo más que el de unir sus labios. Agarró las largas hebras azuladas con su mano, profundizando el agradable contacto.

Sin que el otro pudiera precisar el pensamiento ajeno, ambos se olvidaron de los problemas que conllevaban esos encuentros, la desesperación, la confusión las emociones negativas que amenazaban con enterrarse en lo más profundo de su conciencia para ahogarlo con repudio y diversión. Los sentimientos que no podían ser expresados y los deseos que se marchitaban al verse incumplidos a manos de sus propios demonios y egoísmo. 

Yuanfen 缘份 [ZedxKayn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora