Insomnio

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Ni el lamento de los muertos, ni los ecos de almas perdidas habían sido tan estremecedores como en ese momento, donde el silencio parecía ser un cuchillo que cortaba los hilos de sus pensamientos inconexos e incoherentes. Sin poder conciliar el sueño, no pudo abstenerse de dar la vuelta en busca de una posición más cómoda, aunque la misma, en realidad, no cambiara el hecho de que el verdadero inconveniente provenía nada más y nada menos que de su mente.

Sin aliento, en ocasiones parecía que iba a dormir por todas aquellas horas que había perdido sin poder hacer algo al respecto, no obstante, eso se convertía en un par de minutos de inquietudes, por no decir pesadillas. El maestro de las sombras no poseía pesadillas que fueran a perturbar su innata tranquilidad, pero existían demonios que picaban en lo más profundo, impidiendo el descanso, riéndose de su debilidad.

El ambiente se sentía demasiado frío, muy separado del calor de su carne, a su lado, las cobijas blancas se esparcían sin cuidado, todas arrugadas y con un pequeño espacio vacío e indiscutiblemente helado, como si estuviera esperando ser ocupado. Faltaba llenarlo, pero no existía nadie digno.

No era fácil discernir aquello. Nunca necesitó de nada, ni a nadie en su vida. Él se había alejado de todos aquellos a los que alguna vez llamó familia o amigos, esas palabras que no tenían otro significado más que el de la debilidad, y en ese instante, se descubrió a sí mismo, en blanco, en un rincón de sus aposentos sin entender por qué, por qué seguía repitiendo el mismo momento incesante en su cabeza.

Lo buscó sin descanso durante noches enteras, en todas partes, esperando en cualquier minuto encontrarlo, pero no sucedió, había desaparecido y sin importar cuánto se esforzó, esa noche se encontraba solo, meditando. A su alrededor, las paredes parecían encogerse unos segundos y su cuerpo almacenaba más calor del que era cómodo, por lo que movió a un lado las telas que lo cobijaban y caminó en silencio por la habitación.

Sus responsabilidades y sus metas eran otras, muchas incluían a aquel muchacho de espesa cabellera color noche, pero todo pareció deshacerse cuando lo vio enloquecer. Faltaba poco para que fueran tras su pupilo, para que todos notaran los dones destructivos que poseía aquel muchacho. Si era de esa manera, era imposible que permaneciera impasible mientras los minutos se consumían y Kayn se encontraba cada vez más lejos de él. Y sin importar a cuantos enviara en su búsqueda, sabía que no lo encontraría debido a su inminente superioridad.

Dio un rápido vistazo a la cama vacía, aborreció por completo que la sintiera fría aunque su cuerpo estuviera cálido, se había acostumbrado a tener el calor humano que se negó cuando optó por permanecer en el umbral de las sombras. Ambos eran eso, dos individuos que tomaron decisiones con consecuencias y debían pagar por las mismas, pero incluso si sus acciones tenían resultados positivos o negativos para él, aquellos lapsos que había compartido con su pupilo eran prolongados porque Zed no pensaba en ello.

Sin perder más tiempo, se vistió antes de adentrarse en la profundidad de la noche, sin rumbo alguno. Incontables minutos se extendieron hasta percibir el ligero sonido de las hojas de los árboles, descubriendo a una persona oculta. Sin titubear, se movió con sigilo y atacó a la distancia antes de aterrizar en la superficie polvorienta.

En la oscuridad, le era posible ver con lujo de detalles cada cosa que pudiera atravesar la noche, pero en ésta en particular, veloz como un rayo, era increíblemente invisible. Cuando estuvo cerca pudo percibirlo, rozando su armadura y con aura impasible.

Los dedos se hundieron en el yelmo, siendo desprendido con una fuerza brutal que disminuyó cuando una mano tomó su mentón con desesperación. Los mechones ajenos danzaron con el viento, libres como trazos de tinta negra en un lienzo estrellado antes de acercarse a él.

Yuanfen 缘份 [ZedxKayn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora