En ocasiones Kayn sentía las sombras probándolo, a él, con palabras dulces y ácidas, seduciéndolo y juzgándolo al mismo tiempo. La penumbra de su habitación le hacía pensar que ojos invisibles lo observaban siempre, diciendo que no era digno del poder que poseía porque aún existía una debilidad que era más fuerte que su propio poder.
El amor era un arma de doble filo, le dio la fuerza suficiente para superarlo, pero cuando el mismo se convertía en un obstáculo para poder avanzar, era doloroso y solo estorbaba. A veces, llegaba a amar al maestro de las sombras con tanta intensidad, que su cuerpo regresaba para intentar encontrarlo entre la oscuridad, pero en unas pocas ocasiones, su consciencia se apagaba como un interruptor, y lo detestaba al punto de querer destruirlo para dejar de sentir.
Te advirtieron.
Sí, Kayn sabía lo peligroso que era todo cuando entendió sus propios sentimientos al crecer. Era insoportable vivir pensando que no era posible, y cuando pudo ser posible, las cosas se desplomaron en un abrir y cerrar de ojos. Las energías en su cuerpo, provocaban un ligero ardor en sus entrañas, pidiéndole que se deshiciera de la única cosa que impedía su desarrollo, aquella enfermedad que impedía a los asesinos comportarse con la perfecta fachada de individuo desalmado.
¿Pero cómo podía?
Era una maldición decir que lo que sentía, entre toda la satisfacción y sed de venganza y gloria, era más potente. Aquel sentimiento que lograba controlar todo lo demás.
Oh, Kayn, tan enamorado...
Sí, él podía admitirlo aunque le doliera. Amaba a Zed, aunque las sombras dictaran que debía ir por la cabeza de su maestro para poder convertirse en lo que su destino aguardaba. Él deseaba estar a su lado más que cualquier otra cosa, poder ser aceptado.
Tomaba su cabeza, sintiendo la presión y la falta de aire, la energía presionaba. Se sentía enfermo, porque entre más pensaba en aquel hombre, más fuerte presionaba aquella energía negativa que pedía sangre. Lo peor de todo, debían ser esos agujeros negros en su memoria. Momentos incompletos con vacíos eternos que amenazaban extenderse sin piedad hasta perder la esencia de su propio ser.
—Relájate —repetía para él mismo, tomando un poco de agua, lavando su rostro en el proceso, deseando poder tranquilizar sus pensamientos.
Se sentía frío. Extrañó como nunca la cercanía de su maestro, aquella que le brindaba calor cuando lo necesitaba. Esa clase de sensación que provocaba su debilidad, una debilidad tan dulce que permitía que fuera exhibida unos segundos con el fin de llenar el espacio que faltaba. Así que Kayn se encontraba a sí mismo, completamente solo en la oscuridad.
El darkin ya no podía hablar con él, para burlarse de sus penas, solo existía él, el asesino sombrío. Su propia apariencia transformada en un ser que no pudo reconocer. Él había deseado el poder absoluto para estar a la altura de su maestro, pero una vez que lo obtuvo, se encontraba inmensamente lejos. Aunque en el interior rogara por volver a toda costa a su lado.
—Zed...
Las sombras se inquietaron en su interior, el sujeto de sus afectos causaba un efecto rebote. Entre más miserable se sentía por él, resultaba muy doloroso, entre más aumentaba su ansiedad, la sed de sangre crecía. Estar cerca de él, por lo tanto, resultaba la perfecta combinación entre querer abrazarlo con fuerza y abstenerse de cortar su cuello.
Luego, recordaba sus palabras, cuando decía que debía volver y podían estar juntos, ajeno a la realidad.
No seas ridículo, no te ama, nunca lo hizo. Eres un objeto.
—Siempre lo supe.
Solo mátalo, y serás libre.
—No lo haré.
Jamás te dará lo que deseas.
—Lo sé.
Se levantó, su ropa manchada de sangre no le causó ningún sentimiento diferente al usual, pero creyó escuchar el sonido del metal chocar con un objeto. Sigiloso, se hundió sobre una superficie cercana, volviéndose uno para poder esconderse. A su lado, unos cuantos acólitos de la orden de las sombras se detuvieron en la pequeña escena que se había formado.
—Esto es escalofriante —habló uno de ellos, revisando un cuerpo.
—No importa cuanto busquemos, siempre parece estar un paso adelante.
—Mejor aún —interrumpió otro acólito—, quienes lo alcanzan sufren el mismo destino.
—Es que no lo entiendo, ¿por qué el maestro lo sigue buscando? —habló nuevamente el primer acólito.
—Otras personas lo están buscando, además, muchos culpan al maestro por la creación de ese demonio. Tal vez se quiere encargar por su cuenta.
—El favorito...
Kayn escuchó en silencio la conversación, estuvo tentado a callarlos, pero no deseó estar cerca un minuto más. Él sabía bien que todos estaban hablando de sus actos, que Zed seguía buscándolo y que él no podía regresar.
Nadie podía entender cuál era la verdad detrás de la fachada de maestro y estudiante que ambos mantuvieron. El secreto debía morir con ambos, sin lugar a que alguien supiera de aquella extraña relación que mantenían, sin saber que pasaban noches enteras juntos, sin saber que los intercambios de palabras contenían doble significado y, mucho más importante que eso, los sentimientos que nunca debieron existir.
Jamás supo en realidad qué era lo que pensaba Zed, pero su maestro, él sabía a la perfección cuáles eran sus sentimientos. Él lo había dicho de una forma muy sencilla de entender, sin necesidad de recurrir a la forma directa. Él no era capaz de decirlo, aunque siempre lo pensara.
Los asesinos no amaban, pero él había olvidado que era un asesino.
¿Si regresaba, qué podía haber para él?
Todos en la orden lo odiaban, o por lo menos le guardaban el resentimiento suficiente para que las cosas se salieran de control si él volvía. ¿Qué iban a pesar de Zed? Él nunca iba a decir que ellos solían ser amantes. Kayn, sin embargo, pensaba que debía ser obvio, porque nadie más era suficiente, solo él podría complacer a Zed de todas las maneras posibles, como su estudiante y como su amante.
Nadie era mejor que él, y era irremplazable.
Estuvo seguro, con pesar, de que sus memorias estaban empeorando y se comenzaban a perder en un espacio de su cabeza al cual le era imposible acceder. ¿Ese era el efecto secundario de haber obtenido el poder de un darkin? ¿Abandonar su anterior vida para crear una nueva identidad? No lo supo, porque nunca conoció a una persona que hubiera podido controlar a un darkin.
Si se olvidaba de Zed, iba a desaparecer todo, Kayn y lo que él se suponía que era. Para los demás, existiría, pero para él, nada hubiera sucedido. Y aquello lo atemorizaba, la idea de que fuera imposible no controlar sus propios impulsos, y que terminara por convertirse en un desconocido para él mismo.
Así que él iba a seguir pensando en Zed, intentando revivir momentos para no olvidarse de todo lo demás, aún si su cabeza y su pecho dolían, como si su corazón estuviera bombeando más sangre de la que podía, y el aire se estuviera secando, sin poder respirar.
Algún día alguien debía rendirse, o alguien lo encontraría, o él se encargaría de deshacerse de todos aquellos que lo seguían.
Y si se encontraba lo suficientemente desesperado, buscaría al motivo de su perdición para verlo una vez más, hasta que le resultara imposible volver a él.
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Yuanfen 缘份 [ZedxKayn]
FanfictionEl uno completaba el destino del otro y cuando desapareció, supo que fue destino haberlo encontrado. Era el momento de traerlo de regreso a su lado. Yuan (缘) o yuanfen (缘份; Pinyin: yuánfèn) es un concepto chino relacionado con el budismo que signif...