Capítulo 1 "¿sangre?"

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             recuerdo la sensación, el líquido deslizándose en mi piel, era muy excitante…

“¿cómo había dejado que pasara esto?”, pensaba, pero, ya no importaba nada, cada vez iba más adentro, más profundo, cada vez penetraba más a fondo, con dolor; abriendo la piel con sutileza, empezando con la punta y terminando entrando todo.

El delicado filo, el brillo del cuchillo cortando la piel del hombre, cautivaba mis ojos, el olor a hierro, el rojo carmín que escurría bañándome con su color, embriagándome cada vez más.

°   °   °

Ahora vivo en soledad, antes tenía un perro, luego me regalaron un gato; el perro odiaba al gato y viceversa, cada vez que los buscaba los encontraba apunto de pelear, gruñéndose uno al otro, con una sola mirada mía los dos de pronto paraban retirándose cada quien a otro lugar, era como si supieran que algo malo les pasaría si me molestaba.

Un día de tantos, desperté por el liviano peso del pastor alemán sobre mis piernas. Odiaba tanto que el maldito animal se subiera en la cama; justo en el momento en que abrí los ojos para darle un buen golpe estremecí al instante, entre el hocico del perro se encontraba el cuerpo desgarrado del gato, las gotas de sangre manchaban el edredón blanco mientras caían, el can movía la cola orgulloso por su Hazaña. Mi corazón latía agitado, mi estómago se revolvió, rápidamente me lancé contra el perro tomándolo del cuello y estrellándolo contra la pared, el molesto alarido del perro me enfureció más, apreté las dos manos con más fuerza, el animal se retorcía, al final… pude oír a la perfección como los huesos de su cuello se rompían.

El perro yacía muerto en el piso, el cadáver del gato en mi cama, manchando el edredón, me dio tanto asco pensar en que ya debía estar lleno de gérmenes y bacterias, pensar en todos esos microorganismos tragándose los órganos y piel del gato, tuve que ir corriendo al baño, las arcadas me mataban, lave mis manos con mucho jabón unas seis veces, pero… pude observar como había una pequeña mancha de sangre justo en mi en mi mejilla, las arcadas regresaron, de inmediato me desnude y abrí la regadera, ya había vomitado tres veces, aun así, seguía con asco, no me sentía culpable por haber matado al perro, tarde o temprano iba a morir, la muerte es natural en todo ser vivo, excepto para un Dios…pero al final , más bien… me sentía satisfecho, ¿o no era eso?, era un sentir inexplicable.

Al terminar de ducharme, Salí y me vestí, una polera blanca y jeans blancos fue mi elección, seque mi cabello y lo peine un poco. Aún estaban los dos cadáveres en mi habitación, tenía que limpiarlos ya… coloqué guantes de látex en mis manos, un cubre bocas y dos enormes bolsas de basura negras me acompañaron a mi habitación, al ver de nuevo al gato sobre mi cama las arcadas regresaron, me hicieron tambalear un poco, rápidamente me dirigí a las puntas superiores del edredón, las jale envolviendo al gato, solo para no tocarlo, además… ya estaba manchado con su sucia sangre, metí todo eso en una de las bolsas.

Las sabanas no estaban manchadas, pero el cadáver del perro seguía ahí y no lo quería tocar ni siquiera con los guantes, quitando las mismas me dirigí al piso, recogí el cadáver envolviéndolo, después metiéndolo en la otra bolsa, traje el trapeador y limpie todo el piso, inclusive aspire el colchón de mi cama, al terminar de hacer aquello, me dirigí al baño corriendo, me quite los guantes y lave otras seis veces mis manos con jabón, coloque unos nuevos guantes, tome las dos bolsas y las llaves de mi auto.

Al salir, ahí estaba el, la persona que más odiaba en el mundo, siempre con su maldita sonrisa, tratando de seducirme, ¡ja! Como si yo fuera a fijarme en alguien como él.

-buenos días, esas bolsas se ven pesadas, quieres una mano vecin…-antes de que terminara su oración, levante mi brazo mostrándole mi mano, aquella que en seña mostraba el dedo medio como ofensa.

Abrí la cajuela de mi auto y arroje las dos bolsas, cerré la misma con un fuerte golpe, entré y encendí el mismo, ya sabía dónde tiraría a los animales, conducí mi deportivo negro a las afueras de la cuidad, justo saliendo de la zona urbana, el frondoso bosque surgía, brindando su espectacular oxígeno, sombra y peculiar tranquilidad.

Yo tenía un terreno en construcción adentrado al bosque, mi familia ya hace tiempo, compro más de la mitad de la foresta, todo eso… lo herede yo.

El camino podría ser confuso para alguien que no conociera los atajos, en casi media hora me encontraba en los asentamientos de lo que próximamente sería mi nuevo hogar, libre del ruido y de vecinos molestos y fastidiosos como lo era Carter, ese idiota, no sé por qué lo llegué a odiar tanto, siempre mostrando su estúpida sonrisa de comercial, coqueteando con quien sea que se le pone enfrente, a fin de cuentas, no me interesan los hombres como él.

Estando en el lugar, apenas se encontraba el mamposteado, eso me era perfecto, abrí la cajuela y saque las bolsas, me acerque al gran hoyo lleno de rocas, tuve que mover una que otra para hacer alguna especie de abertura o tumba para los animales, una vez hecho esto, arroje las dos bolsas ahí, volví a acomodar las rocas, todo parecía normal, ni siquiera se notaba que las rocas habían sido movidas.

Me quede unos minutos mirando el cielo, las nubes cubrían el sol, se estaba nublando al parecer  no tardaría mucho en empezar a llover, me gustaba demasiado ver el clima así, todo era tan calmado… tan relajante… pequeños placeres de la vida o eso diría yo.

Cuando las gotas comenzaron a caer entre a mi auto, aunque me encantara este clima las gotas de la lluvia tienen gérmenes y eso me asquea así que… nunca me he podido mojar a gusto.

En el lapso de tiempo, mientras conducía, comencé a pensar, “de donde había tomado la fuerza suficiente para hacerle eso al perro, jamás había matado a alguien o a algo, además… ese sentimiento. ¿fue placer, culpa o que fue?

Cuando llegue, Carter estaba en la entrada de mi casa, estaba totalmente empapado, Salí del auto cubriéndome con la sombrilla, lo mire y él me miro.

-¿qué haces afuera de mi casa?

-bueno… yo, tu ropa estaba tendida afuera, así que pensé en recogerla para que no se mojara, luego… emmm comenzó a llover y me atore con esa trampa que pusiste

Al bajar la mirada a su pierna, tenía enredado un alambre de púas, su pantalón estaba ensangrentado, me dio asco, no su herida, si no que tenía mi ropa, la había tocado y sin guantes.

-eres un idiota… -con cuidado comencé a quitarle el alambre de púas. –listo… ¿puedes caminar?

-creo que sí, no te preocupes por mí, toma tu ropa… lo siento, pero aun así… se mojó –eche una mirada rápida a la ropa y luego a sus ojos

-¿y si mejor pasas a mi casa y la dejas por ti mismo adentro?

-¿me dejaras entrar? ¿No te molesta?

-para nada, entra por favor –sonreí con una calidez fingida, abrí la puerta y lo dejé pasar

-donde dejo la ropa?

-en la esquina, ahí en el piso

-¿en el piso?... pero…

-créeme que el piso está más limpio que tú y tus manos

-está bien…

-quítate la ropa, toda… estas todo mojado y eso me asquea

-que!! ¿En-enserio quieres que me desnude?

-eso fue lo que oíste ¿no?

CULPABLE ¿Angel o Demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora