Miércoles 14

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Noche sin luna, la oscuridad era más espesa cada vez, un apartamento de lujo en el centro de Londres, un gran ventanal roto y como a 15 pisos abajo, sobre la acera una mujer, no sé por qué todavía la oía tararear una canción que me traía recuerdos de mi infancia, y veía flashes de como una fuerza la empujaba por el balcón una y otra vez.

Pesadilla 68
Me desperté en el viejo hotel de el pueblo, el fino colchón escurría bajo la cama mi sudor, trato de entender que significado tenía la pesadilla y como me podía ayudar a saber que había pasado en los días anteriores.

Uno pensaría que la realidad de un joven de 25 años, con licenciaturas y los mejores promedios tenía un futuro prometedor por delante,  ser poseedor de una fortuna y contactos, debería estar en mejores condiciones. Pero he aquí, dando vuelta un colchón viejo y gastado. 

Decidí despejar la mente y bajar a ver que se podía desayunar en este inmundo lugar. El obeso dueño sólo señaló con la cabeza y un sonido que parecía un mugido de vaca muda, hacía la puerta del buffet. El ambiente para mí sorpresa no era tan lúgubre, a pesar de las personas que estaban tomando su desayuno en el lugar. 

Todo era mérito de Rubí, una hermosa chica de veintitantos, rubia como el sol, poseedora de los ojos azules más profundos que vi. Madre soltera de un niño de 4 años que dibujaba en una de las viejas mesas.

 Alternaba entre atender un buffet de hotel de mala muerte y un club para adultos por las noches, todo esto supe sin haberle pedido siquiera un té. 

Me llamó tanto la atención su forma de actuar, venir temprano a trabajar sin dormir, trayendo a su pequeño al trabajo, con la actitud más amable y honesta, sin una pizca de actuación. 

Eso me llevó a notar su bolso, una peluca color azul, maquillajes que no tenía puestos en el momento. Sería mi prejuicio. Pero la realidad es que no me equivoqué. 

Rubí por un momento alejó de mi, cada pensamiento, cada pesadilla. Y me dediqué a usar mis dones detectivescos para saber más de ella. 

Le pedí un café negro amargo y si tenía un teléfono, necesitaba llamar a Hazard, quería volver a concentrarme a lo que vine a este lugar del demonio. Pero como si fuera una ridícula contradicción, en el lugar del demonio, se encontraba un ángel, un ángel que me preguntó si estaba de paso, si pensaba quedarme mucho y de donde venía, para donde iba. Definitivamente no iba a ninguna parte, pero ahora creo que voy a tu sonrisa. 

Saco De PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora