Martes 13

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Martes 13 de Julio de 1986

Agua en todas partes, sumergido en la poca profundidad de una piscina, pero siendo incapaz de salir a flote, desesperación brotaba de mi pecho y el pulso se me disparaba. Flashes de luz se dejaban notar desde afuera, como si estuviera a mi alcance salir, pero me era imposible.
Si eso fuera poco, como si de humo se tratara, el agua comenzó a teñirse de rojo, intenté sin logro alguno escapar y por el contrario llegué a ver de donde provenía la sangre, si era sangre. Y como si de la muerte se tratara, vi abrir sus ojos desesperados, cristalinos. A un hombre grande y obeso de unos 40 años, diciendole adiós a la tierra de los vivos y encontrándose contra su voluntad con el montón de nada que es la muerte.

Pesadilla 67.
Esta es la siguiente pesadilla, puesto que en el manuscrito de Billy falta la página de la pesadilla 66, no estoy seguro si se olvidó ponerla, ni si fue tan aterradora que prefirió no incluirla, pero en fin, como nota al margen, empezaré a contar detalles extras y la bitácora de este día que particularmente me resulta muy interesante y aclara muchas cosas sobre Billy.  -Hazard-

Desperté desnudo en la alfombra de mi living, fue tan real que todavía sentía olor a cloro y sangre. No tengo idea que olor tiene la sangre, pero en ese momento de desesperación parecía como si la oliera por todas partes. Me bañé y el jabón no me quitaba el hedor, y el agua me hacía recordar la pesadilla y no podía evitar golpear las paredes, sentí que de una vez por todas debía hacer algo.
Emprendí un viaje en el que no sabía si volvería, tomé un solo bolso con lo indispensable, dos camisas, un pantalón, mis casetes de la nueva banda de Guns N' Roses, y los Stones, y tomé mi auto, mi Chevrolet Corvette 68, con el que solía llamar la atención a tantas mujeres hace pocos años, y ahora juntaba polvo en un garage de Ozford. No sabía a donde ir, pero tenía que salir, así que tomé la ruta a hasta algún pueblo aislado, donde las historias de terror y leyendas urbanas son más reales que en las ciudades grandes, que los mitos se convierten en ciencia y la oscuridad es moneda corriente en las narraciones de los viejos vagabundos, tan creíbles como que si ayer fue lunes.
Llegar y hospedarme en la habitación del peor hotel del lugar, donde habían ocurrido los peores casos de muerte, por asesinato o suicidio, tantas cosas que estaban en boca de los pueblerinos, y en los periódicos pegados en los vidrios del lugar como si de orgullo los llenara. No es el mejor lugar para despejar la mente, pero si no lo hacía, bueno sería explotar y tener respuestas, darle un empujón para saber a donde quiere llegar mi subconsciente y poner en marcha pilas de recuerdos enfrascados en mi mente. No sé si era lo mejor o lo peor, sentía que algo debía hacer.

Elegí esa habitación, la 13, la que con ironía coincidía con el día, y la que fue cuna de las terribles fatalidades del pueblo, las paredes empapeladas tratando de tapar las manchas de sangre de algún violento asesinato, el olor a encierro daba a entender que ni para limpiarlo querían entrar, el moho del baño era insoportable y la calefacción no funcionaba, una cama de dos plazas con un colchón tan fino como mi brazo y unas sábanas viejas como de hospital se extendían petrificadas sin una sola arruga, como respetando a las almas que abandonaron sus cuerpos en el lugar.

Saco De PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora