La campana de una iglesia cercana anuncio la llegada del medio día. Me encontraba sentado en una banca frente a una plaza comercial. Lo más sobresaliente del lugar era una fuente con la estatua de 3 pájaros: un pollo, una paloma y un págalo grande. La busque con la mirada entre las familias, las parejas y los amigos que vienen de paseo.
La vi justo detrás de un grupo de chicos que entran en la plaza. Una rubia cuyo cuerpo recuerda al de una muñeca Barbie se me acerca. Ella vestía una blusa negra sin mangas, una falda corta del mismo color y unos tacones de correa. La forma en que caminaba me dejaba perplejo, parecía que flota. La gente a su alrededor la miraba con envidia o lujuria.
-Hola. ¿Me estuviste esperando mucho tiempo?- pregunto Marisela con una sonrisa en los labios.
-No, apenas acabo de llegar.- le mentí sin pensarlo. Un presentimiento me decía que no debía hacerla sentir mal o las miradas que nos rodeaban me lo harían pagar.
-Genial. Vamos primero al Starbucks, quiero probar el nuevo sabor del que no dejan de hablar mis amigas.- me indico con una mirada.
Sigo sin comprender que le veían de especial mis amigos aquella noche en la discoteca. Cuando notaron que ella me miraba, no dejaban de presionarme a que le hablará. "Tienes que aprovechar la oportunidad", "Una mujer así de bella es una en un millón", "Eres el más suertudo del mundo". Sentía exagerada sus palabras, era hermosa pero no única. Acepte por la presión. "A ver qué pasa" me dije
Mientras avanzábamos por la plaza ella no dejaba de hablar de su vida de lujos. Las comidas caras de comía. Los lugares VIP que frecuentaba semanalmente. Los países que visitaba en sus vacaciones. Todo eso me dejo impactado al principio. Yo apenas, con suerte, sobrevivía con lo de la quincena. ¿Cómo es posible que haya personas con tanta suerte?
Una sensación de incomodidad me abordo desde que estaba a su lado. Sentía miradas de envidia y lujuria a mí alrededor. Varios hombres la saludaban con alegría y las chicas la detenían para elogiarla, cosa que ella parecía disfrutarlo. Pero estas no terminaron de llegar, incluso cuando llegamos a la cafetería y nos acercábamos a la barra a pedir nuestra orden.
Ella pidió un café frapuchino con leche de soya, además de unas galletas de trigo con avena. Añadió con un tono dulce y ligeramente engreído: "Mi cuerpo es un templo, no puedo comer cualquier cosa". El mesero elogio su respuesta y le ofreció algunos postres saludables. No creía que nadie pueda comer cualquier cosa, pero muchos no tenemos otra opción. Pedí un café simple con una rebanada de pastel para mí y fuimos a nuestra mesa a esperarlos.
Mientras esperamos, me hablaba de las últimas noticias de la moda. Cada vez la veía como una persona menos interesante No parecía ser alguien que viva en mi misma realidad. Ni siquiera sentía que supiera lo que es la miseria humana. ¿Conocería las sensaciones como el sufrimiento o el dolor? No lo creía.
Voltee a mí alrededor y vi una tienda de mascotas a las afuera del local. La gente alrededor admiraba los cachorros de saltaban y jugueteaban. Me dio curiosidad por saber cómo expresaba una opinión.
-Hey, ¿Ya viste allá?- la interrumpí. Al ver su cara de duda, le señale el local de al lado. -¿No son lindos?-
-Son preciosos. Sabes, a mí me encantan los cachorros.- me dijo con una alegría en la boca. Por un momento compartí simpatía con ella hasta que suelto un comentario que me dejo helado. -Lástima que crecen, se ponen feos y molestos. Me es agotador tener que cambiarlos cada año por uno que me guste más, pero vale la pena.-
Ante mi asombro, cambie de tema. Veía a las mascotas como prendas de ropa de la que se deshace uno cuando ya no la quiere. Me dio la impresión de que no conoce lo que son los sentimientos ajenos. No sabía que pensar del maniquí que tenía delante de mí.
Llego nuestra orden a la mesa y empezamos a comerla. Intente en un par de veces hablarle de temas más serios como los problemas sociales o los descubrimientos nuevos.
-No me gusta pensar. Es aburrido. Mejor deja te cuente de cuando fui con mi padre a visitar las viñas del empresario Flamant.- unas migas de incomodidad se le vieron en la cara. Rápido me cambio de tema. No le gusta pensar, no me sorprendió.
Deje que ella se deje llevar por su anécdota de la caída graciosa del perro de la señora Flamant. Vi que la gente no deja de vernos. Las miradas se volvían satélites que orbitaban a nuestro alrededor. La idea de que ella no era una persona no abandono mi mente.
Las dudas no dejaban de molestarme como moscas. ¿Alguna vez había vivido algo más que las sensaciones del placer y la alegría? ¿Se enfermaría gravemente si le daba de comer una sopa instantánea? Si la agarraba del brazo y le hacía un corte, ¿le saldría sangre o purpurina? Quería verla ser más normal.
Centre mi mirada en su café, apenas lo había tocado por su relato. Seguía caliente, se notaba en el humo que apenas sale de él. La falda de Marisela parecía algo cara. Era ahora o nunca. Alcé la mano para intentar un movimiento brusco que tambaleara. Pero antes de que pasara algo ella tomo café para beber.
Después del Starbucks fuimos al cine. Mi pareja insistió en ver la última película de las momias metrosexuales. No quiso nada de la dulcería, me llevo a comprarle algo en la barra gourmet. Nos atendió un joven vendedor antes de que su compañera le ganara. No dejaba de mirar a mi cita con atención mientras nos ofrecía unos cacahuates gratis. Compramos una baguette de jamón de pavo y una limonada.
Algo de mi le molestaba verla tan feliz. Sentí una necesidad irremediable de verla ser algo más que risas.
-¿Sabías que hay personas que tienen todo el cuerpo cubierto de vellos? Creo que le dicen: la enfermedad del hombre lobo.- la hablo de la nada.
Me miro raro, ya que no sabe que decir. Quería ver cómo reaccionaba ante eso.
-Que cosas raras dices.- me respondió con una risa. -Ni entiendo porque sería una enfermedad. Con una cita en la depilación laser ya no tendrían nada de vello. Seguro les gusta verse raros.-
Su respuesta me decepciono, por lo que decidí dejarlo por la paz. Poco después entramos a ver la película, era la cosa más simplona que vi en mi vida. No dejaba de sentir las miradas a nuestro alrededor a pesar de la obscuridad de la sala.
Al salir del cine ya estaba a punto de anochecer. Como ambos estábamos cansados, la lleve a casa en un Uber. Sentí el camino de regreso muy largo, el silencio por fin nos había visitado y resulto peor de lo que pensaba.
-Sabes, me gusto esta cita. Me alegra no haber escuchado a mis amigas por una vez.- me dice con una sonrisa en la cara. Al ver mi cara de incredulidad me señala. -Mis amigas no querían que saliera contigo. Que me merezco a alguien que me de la vida que me merezco. Pero se me antojaba salir con alguien más normal.-
-Qué bueno que pienses así.- le vuelvo a mentir. Siento que es lo que le debo decir eso, por ser sincera. Me invito a pasar un rato, cosa que intente evitar en vano.
Antes de que me diera cuenta terminamos en su cuarto desnudos. Comienzo a hacerme una mamada. La sensación fue increíble y su habilidades asombrosas. Luego me tumbe y la deje hacer el resto. Sabía cómo moverse y estimularme al máximo. Me dijo que sus amantes la enseñaron a complacerlos, que cada vez era mejor en eso. Es lo único satisfactorio que recibí por estar con ella todo el día.
Ya entrada la noche volví a casa. Mi hija adolescente me recibió con alegría a preguntarme como me fue. Le conté todo lo que hicimos menos lo que hicimos en su casa. Pero lo que más le gusto fue el estilo de vida que vivía Marisela.
-Papá, cuando sea grande quiero ser como Marisela. Solo tiene que preocuparse por verse hermosa. Ella tiene una vida de ensueño.- me dijo con la mayor ilusión del mundo. -
-No creo que debas hacerlo.- le señale a mi hija con seriedad. Y decidí compartir mi descubrimiento con ella. -Lo único interesante de la gente que solamente es hermosa es que nada más sirven para coger.-
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Perdóname por ser humano (Antología)
Storie breviRecopilación de mis cuentos peculiares que no tienen pelos en la lengua y expresan lo que muy pocos se atreven a hablar con libertad o callan directamente. Actualizaciones: Tipos de Falos - 16 de Marzo del 2018