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En un abrir y cerrar de ojos, es el día del partido de prueba de Jinyoung.

Jihoon no necesita su alarma para despertar, ya que ni siquiera durmió. Mirando fijamente el techo de su cuarto sin ninguna emoción, sólo suelta un suspiro mientras apaga el molesto sonido y rueda en su cama para quedarse sentado, observando sus pies. Las palabras de Kuanlin siguen rondando en su cabeza incluso si no quiere.

“Tu amigo demostrará que no te necesita a ti defendiéndolo como un bebé”

Frunce el ceño, profundamente ofendido. ¿Desde cuándo él defiende a Jinyoung como un bebé? Era estúpido. Lo único que hacía era ayudarle a sobrellevar muchas cosas y evitar que los demás le hiciesen daño. Además, como había dicho también, su mejor amigo podía valerse por sí solo. No lo necesitaba siempre a él para todo, así que él no estaba defendiéndolo como a un bebé que necesita atención las 24 horas del día.

Aunque, de ser así, ¿por qué dolía como si fuese cierto?

Jihoon no necesitaba proteger a Jinyoung. Él no podía estar acostumbrado a hacer algo así, ¿cierto?

—Yo no lo defiendo —se repite—. Y si lo hiciese, no me hace menos amigo de Jinyoung el dejarle solo una vez —intenta convencerse.

No obstante, termina tapándose el rostro con las manos para reprimir un gruñido. Algo muy dentro de él se siente inquieto, y sus dedos casi cosquillean por escribirle a su mejor amigo, pero sabe que no debe hacerlo. Sería demasiado obvio, ya que a esa hora Jihoon prácticamente está en el séptimo sueño aún y él, simplemente, no puede. Aunque le duela aceptarlo, necesita dejar a Jinyoung solo. Era duro aceptar que él, en realidad, era quien restringió al menor la mayor parte del tiempo, ofreciéndole un mundo donde lo malo no existía.

Lo había descubierto el día anterior, maldita sea. Era obvio lo mucho que el equipo aborrecía a Jinyoung y ni siquiera se molestaban en esconderlo, ¿cómo habrá sido la semana de su mejor amigo? No podía ni imaginarlo. El azabache no le dijo absolutamente nada en todo el tiempo que concurrió al gimnasio y aún así era palpable lo mal que lo estaba pasando sólo por la manera en que sus ojos no tenían el mismo brillo de antes, y Jihoon ni siquiera lo habría notado si la situación de ayer no hubiese ocurrido. Él sabía lo que estaba haciendo Bae y dolía, porque se sintió casi desplazado al ver que de a poco estaba dejando de necesitarlo, incluso si todo su cuerpo parecía expresar lo contrario.

“Él ya es lo suficientemente grande para defenderse. Deja que lo haga en lo que ama”

No hay nadie que lo sepa mejor que él, pero también es quien menos lo acepta. Desde pequeños que Jinyoung sobresalió en todos los deportes, pero el baloncesto sin duda era su favorito a lo lejos. Se recordaba a sí mismo alentándolo en aquellos tiempos de primaria cuando luchaba contra un equipo completo de chicos de secundaria, sintiéndose como un hermano mayor orgulloso cada vez que ganaba. Por culpa de él muchas veces fueron echados del lugar, pues siempre les refregaba en la cara que su mejor amigo era mejor que ellos, mas el menor jamás dijo nada. Jihoon no era tonto; bajo esa sonrisa ladeada y palmaditas en la espalda para tranquilizarle cada vez que los molestaban de vuelta, había un profundo sentimiento de resignación ya que Jinyoung quería seguir jugando ahí. Bae había dejado muchas cosas por él y tal vez lo defendía por eso, porque la culpa le carcomía.

Y es que no pudo ni puede evitarlo. Llevando una mano a su pecho, se pregunta si el peso que ahora invade el lugar es producto del egoísmo que no puede dejar. Él está consciente, sumamente consciente, de que todas sus acciones no han sido buenas. El miedo a perder lo único que jamás se ha alejado de él por encontrar un lugar donde se sienta mejor le aterra, así que por más que trata no puede dejarlo.

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