Vuestras manos seguían enlazadas desde que habíais empezado a caminar en busca de una gasolinera.
–No te preocupes, lo bueno esque has sabido mantener la calma.
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Sonreiste amargadamente. En el momento que supiste que el coche había dejado de moverse el ansia te había invadido.
–Ya pero, ¡mira cómo estamos! Si todo hubiese salido bien ya estaríamos dando un paseo por la playa...
La ira poco a poco empezaba a florecer en ti. Necesitabas un detonante para explotarla.
–No pasa nada...
Y fue lo que dijo Nam lo que hizo que explotases.
–¡Cómo que no pasa nada! Le soltaste la mano furiosa. –¡Habíamos organizado este viaje a conciencia! ¡Sacrificamos tantos momentos juntos para pasar este jodido fin de semana de vacaciones!
Nam se había dado cuenta de que tu voz empezaba a fallar por las ganas de llorar que tenías
–¡Todo se ha ido a la mierda! ¡Y lo peor esque a ti parece que no te importa!
Le señalaste ya con las lágrimas sobre tus mejillas. Te miró serio. Estaba controlándose.
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Pero no lo consiguió. –¡¿Qué no me importa?! ¡Aplacé la gira con los chicos! ¿Eso te parece de alguien que no le importa? Además, ¿enserio crees qué trabajé horas extras por placer? ¡Esto me jode igual o más que a ti!
En sus ojos no pudiste ver furia ni nada por el estilo, solo tristeza. Y lo que le habías dicho anteriormente era la razón.
–Nam...yo... –De Nam nada.
Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia el coche. Le viste alejarse y en ese momento no supiste que hacer.
Sin embargo, todo se vio borroso cuando empezaste a correr hacia él con la intención de retenerlo.
Lo abrazaste con fuerza desde atrás y todo en ese momento se paró.
–Perdóname.
Nam se quedó congelado en su sitio.
–Yo...Solo había pensando en como me sentía y ya había dado por hecho que tu no pensabas así...Lo siento... En ningún momento quise echar por tierra lo mucho que has sacrificado por mí y... Nuestra relación.
Eso último lo dijiste en un susurro. Notabas que tus nudillos se habían vuelto blancos de lo fuerte que agarrabas su chaqueta por delante.
Escuchaste un sollozo y levantaste la vista a Nam que se había dado la vuelta.
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Tenía los ojos cristalizados y tu corazón se rompió en ese instante.
Cuando levantó la vista incapaz de poder mantenerla en ti le abrazaste, escondiendo tu rostro en su cuello.
–Gracias por... Por simplemente todo lo que haces por mí.
Dijiste bajito. Con la única intención de que él, solo él, lo supiese.
