ƒιяѕт ∂αтє

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Desde los ventanales de la cafetería pudiste ver a tu cita.
Joder, estabas histérica.

Ibas a tener una cita con el que había sido tu crush durante tres años.

Alisaste tu falda y te peinaste un poco antes de abrir la puerta y entrar en el que era tu lugar favorito.
La cafetería Rosé.

Te sabías de memoria el lugar.
Cuales eran los sitios mas elegidos, los que menos, los que eran perfectos para una pequeña charla con amigos o los que incluso lo eran para discutir con alguien.

La razón por la que se llamaba así era por que el lugar estaba decorado de rosas. Desde pequeñas macetas en los centros de las mesas hasta grandes dibujos que se distribuían por las paredes del interior y exterior del edificio.

Aunque estuviese muy escondida, la cafetería era muy conocida en el barrio e incluso en la ciudad.
Sin embargo, tu sitio nunca estaba ocupado. Hasta ese día.
Nam, tu cita, estaba sentado ahí.
Esperándote.

Respiraste hondo intentando calmarte y con un paso firme te dirigiste a él.

A pesar de haberle visto más de doscientas veces por los pasillos del instituto, siempre mantenía el mismo brillo.
Simplemente, nunca te habías cansado de mirarle.

Todo pareció pararse cuando vuestras miradas se encontraron y él, manteniendo todavía esa conexión sonrió y se levantó del asiento.

Todo pareció pararse cuando vuestras miradas se encontraron y él, manteniendo todavía esa conexión sonrió y se levantó del asiento

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–Buenas Hae.
–Hola...

Sonreiste nerviosa y te sentaste delante suya. Nam vaciló antes de decir:
–Estás preciosa...
No pudiste evitar sonrojarte.
Dios, ¡tu amor platónico te estaba diciendo que estabas preciosa!
–G-Gracias...Tú estás también muy...

¿Qué ibas a decirle? ¿¡Qué estaba súper bueno!? ¿¡Qué morías por sus huesos!? ¿¡Qué te parecía el chico más perfecto del mundo!?

Nam sonrió a tu breve pausa en la que buscaste un adjetivo adecuado a la situación. Uno en el cual no mostrase como mojabas las bragas al verle.
Madre mía, estabas fatal.

–No tienes que decir nada para quedar bien Hae. Te he hecho un cumplido para ti, no por que quiera que me lo devuelvas con otro cumplido.

Negaste repetidas veces con la cabeza.
–¡No! Tú también estás muy bien. Y lo digo de verdad, en serio.

 Y lo digo de verdad, en serio

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