Aunque pasaron dos horas, Wang Yeo no se movió del sitio ni mostró señas de cansancio o hastío en ningún momento. No hallaba palabras para describir cuán bonito era poder velar por el sueño de alguien de aquella forma, y más cuando el corazón le amenazaba con abandonar su cuerpo en cualquier momento.
Por algún motivo que comenzaba a sospechar, no podía apartar la mirada de Kim Shin. Éste, aún sin abrir los ojos, parecía seguir durmiendo plácidamente en el regazo del ángel. Wang Yeo quiso pensar que estaba cumpliendo con su pacto, que le estaba sirviendo, ayudando. Sin poder evitarlo, deslizó de nuevo su mano por la mejilla de la deidad, dándose cuenta de lo mucho que necesitaba sentirle cerca. Cohibido por este pensamiento, el ángel de la muerte aceptó momentáneamente que aquella atracción se había consolidado con la siesta.
Y cómo dolía.
Sin querer pensar directamente lo que hacía, porque entre otras cosas le acabaría sumiendo en la desesperación, Wang Yeo llevó aquellas tímidas caricias a sus labios, los cuales recorrió temblorosamente con un dedo. Sus ojos se empañaron por la belleza que emanaba del dios, así como por la perfección de sus rasgos. Se preguntó qué sentiría EunTak cuando le besase y, perdido en una profunda melancolía, dejó escapar un suspiro.
Estaba loco si pensaba que alguna vez llegaría a acortar esa distancia entre ambos.
Redirigiendo su mano a su mejilla, Wang Yeo cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared. Lo que daría por poder velar siempre por él de aquella forma.
Cuando creyó que iba a quedarse dormido, un movimiento por parte de Kim Shin lo hizo reaccionar. Los ojos del Goblin se abrieron lenta y perezosamente, encontrándose al cabo de unos segundos con los de Wang Yeo, siempre tan tristes y perdidos. Ninguno dijo nada por un tiempo. Ni siquiera Kim Shin objetó nada acerca de la mano que ahora, inmóvil, yacía posada en su rostro. Con expresión grave, el ser inmortal suspiró lenta y pesadamente.
—¿Qué has soñado? —inquirió en un murmullo el ángel de la muerte, preocupado por su reacción.
Sin decir nada, Kim Shin continuó mirándole a los ojos, respirando pausadamente. ¿Qué diablos estaba analizando durante tanto tiempo?
—Kim Shin, di algo...
Comenzando a asustarse, Wang Yeo retiró momentáneamente la mano de su mejilla, pero otra más veloz la retuvo. El Goblin la había vuelto a colocar en su sitio inicial, cubriéndola ahora con su mano, un poco más grande.
Y cerró los ojos.
—He soñado contigo —respondió con voz ronca—. Otra vez.
—¿Una pesadilla?
Kim Shin tardó en responder esta vez. Abriendo los ojos de nuevo, acarició con el dedo pulgar la mano del ángel, el cual creía que moriría de una taquicardia en breve.
—No sé lo que ha sido —admitió el dios, apagando cada vez más la voz—, pero... No me era desagradable.
Wang Yeo terminó de desconcertarse. Se suponía que debería haber soñado con algo agradable, no con algo que lo hubiera despertado de aquella forma.
—Lo siento. Pensé que esto podría funcionar para ayudarte a relajarte.
—No, no te preocupes —musitó el dios con una breve sonrisa—. No te preocupes.
Wang Yeo asintió con la cabeza suavemente, y contempló cómo la mano del Goblin continuaba sobre la suya. Era agradable sentir esa calidez sobre su siempre gélida y solitaria piel. Se le vino a la mente la palabra protección.
—Deberías ir a dormir en condiciones.
—¿Qué hora es?
—Es muy tarde. Anocheció hace unas horas.
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La muerte de un sueño [Dokkaebi]
FanfictionA veces, lo único que te mantiene atado a la vida es la esperanza. Otras, el simple hecho de mantener vivo un recuerdo. Wang Yeo, comprometido a servir al ser inmortal en su acostumbrado y significativo silencio, puede dar buena cuenta de el...