10. Hielo

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Wang Yeo contemplaba en silencio el mundo a través de la ventana. La vida seguía; el café humeaba por las mañanas, la gente seguía yendo a trabajar, su gélida piel continuaba reaccionando únicamente al tacto de aquel al que le otorgó no sólo su alma, sino su cuerpo... Todo seguía igual, y así lo percibía desde el ventanal de su habitación, plácidamente cruzado de brazos y disfrutando del inexistente sonido de la mañana.

EunTak aún no había aparecido y los meses seguían sucediéndose uno tras otro, así como la incertidumbre del ángel y la deidad, quienes procuraban no tocar tan espinoso tema. Cuando lo hacían, era inevitable que el corazón de alguno de los dos se encogiera, y les preocupaba el hecho de acostumbrarse a vivir con dicho peso dentro.

Por eso mismo amaba Wang Yeo levantarse antes sólo para respirar el aire fresco del exterior desde su habitación; la armonía de la urbe dormida le proporcionaba paz a su ruidosa mente. Entonces aparecería un silente ser inmortal rodeando su cintura en un abrazo desde atrás, uniéndose a dicha contemplación. Ante la maravilla de lo que no era dicho, Wang Yeo sonreía en aquella ausencia de palabras, ya que ni siquiera le hacía falta hablar para poder interpretar su aura. Si de algo estaba seguro, era de que probablemente EunTak no llegaría jamás a alcanzar esa conexión emocional con él, teniendo en cuenta su naturaleza de origen.

Tras depositar un delicado beso en el cuello del ángel, Kim Shin abandonaba la habitación todas las mañanas religiosamente cumpliendo con una costumbre no declarada. Entonces Wang Yeo suspiraría y se dispondría a calzarse el sombrero que le otorgaba su actual cargo, dispuesto a abandonar su hogar para trabajar un día más.

Y así, perdido en sus pensamientos mientras observaba el ir y venir de la gente -la cual no era consciente de su oscura presencia entre ellos-, pasaba la jornada. Sólo hubo un único momento en el que el corazón de Wang Yeo pareció dejar de palpitar en cuestión de segundos.

Como si el tiempo se detuviese a su alrededor, como si el aliento que acababa de perder pareciese no querer evaporarse, se percató del auténtico impacto que acababa de sufrir en su interior.

A lo lejos bajándose de un taxi, una joven de apenas dieciocho años se despedía amigablemente del conductor, creando pequeños hoyuelos en sus mejillas al sonreír. Una gran bufanda roja rodeaba su cuello cálidamente, aunque Wang Yeo sintiese que acababa de perder el único grado de calor corporal que albergaba.

Y la joven lo miró.

Creando un cuadro perdido en el tiempo, con una carretera atestada de tráfico y bulliciosos transeúntes que los separaban, ambos establecieron un temido contacto visual que, si bien supuso un gran alivio para ella, supuso el auténtico fin para él.

EunTak alzó una mano para saludarle, dispuesta a cruzar la carretera para aproximarse a él, visiblemente encantada y ansiosa por abrazarle tal vez. Wang Yeo por su parte, aterrorizado de pronto, sintió cómo sus temblorosas piernas reaccionaban solas y lo empujaban a correr en la dirección contraria, ansiando perderla de vista. Sintió que el miedo y la impotencia aprisionaban su garganta, pues no creía que fuese siquiera capaz de sostener la mirada de aquella dulce niña que poco o nada sabía acerca de su Goblin y él.

Wang Yeo corrió hasta ocultarse tras un callejón, donde al abrir una puerta estableció el camino instantáneo hasta su oficina personal; el punto de encuentro final antes de abandonar la vida por completo y donde las almas bebían del té del olvido.

Una vez allí, con el corazón oprimido y dolorosamente punzante, lanzó su sombrero al suelo en medio de un intenso arrebato de confusión, ansiedad y rabia. Sintiendo que se mareaba, apoyó sus manos sobre la única mesa allí existente, intentando calmarse en vano. De todas formas, ¿por qué reaccionaba de aquella manera? ¿Acaso no sabía ya que ella acabaría volviendo en algún momento? El problema residía en que se había acostumbrado a vivir de una felicidad que no le correspondía, y esa misma felicidad sería la que la condujera a la más ínfima de las miserias.

La muerte de un sueño [Dokkaebi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora