6. Mamihlapinatapai

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I

—Soy un dios, ¿recuerdas?

Wang Yeo tardó bastante en calmarse y poner en orden sus alocados pensamientos y emociones. Al cabo de unos largos segundos, Kim Shin retiró uno de los brazos que cubrían el rostro de Wang Yeo, y le sonrió.

—¿Ves? Como nuevo. No hay nada de qué preocuparse.

Sin responder, el ángel de la muerte recordó el rubor que anteriormente había decorado sus mejillas, y desvió la mirada hacia otro lado.

—Lo siento.

—Te he dicho que no pasa nada —insistió el Dokkaebi afablemente—. Deja de martirizarte.

Wang Yeo no respondió. Jamás se perdonaría el haberle vuelto a hacer daño, y menos en aquella era. Por si fuera poco, se estaba exponiendo demasiado como alguien demasiado vulnerable ante él, y no le gustaba esa idea. A pesar de querer esquivar su mirada, el ángel fue testigo de cómo Kim Shin buscaba su rostro con una sonrisa burlona, probablemente, para hacerle sonreír también.

Y acabó consiguiéndolo.

—Agh, para ya —se quejó Wang Yeo, intentando ocultar una risa—. Eres un incordio.

—Lo sé. Mi nariz puede dar buena cuenta de ello.

—Oye...

—Vale, ya paro, ya paro.

Tras compartir una intensa mirada que se alargó más de lo previsto, tanto uno como otro volvieron a sonreír con sinceridad. Había cosas que no cambiarían nunca, y entre ellas estaba la inevitable afinidad que les había unido al cabo de los siglos.

—Mamihlapinatapai —dijo de pronto Kim Shin, acodado de lado para poder verle mejor.

Wang Yeo frunció el ceño, confuso. ¿Qué diablos había sido eso?

—Oye... No me gustan las conjuraciones satánicas.

—No es eso, idiota —se rió el dios, meneando la cabeza—. Mamihlapinatapai significa «esa mirada silenciosa compartida entre dos personas que quieren decir algo y esperan al otro para que lo diga, aunque ninguno quiera hacerlo el primero».

El ángel de la muerte abrió la boca para replicar, pero volvió a cerrarla. Sin saber por qué, sintió que esa cosa volvía a revolverse con fuerza en su interior, como las veces anteriores. Si a eso le sumaba el hecho de que el ser inmortal no apartaba su pacífica mirada de él, estaba firmando su sentencia de muerte por ataque cardíaco.

—¿Qué... Qué quieres decir con eso?

—Que acabamos de recrearlo. Al menos, esa ha sido mi impresión —respondió.

—Y... ¿Qué hay que quieres que diga y no te atreves a decir?

—Si lo digo no tendría gracia.

Aquello terminó de confundir al ángel por completo. Viendo que no respondía, Kim Shin aguardó unos segundos más en silencio. De algún modo, Wang Yeo sentía que estaba siendo radiografiado por su entrecerrada mirada. Boca arriba, tal y como estaba, se cruzó de brazos sobre el pecho, con gesto inseguro y preocupado.

—Esto se asemeja mucho al último sueño que tuve —musitó el dios en el mismo tono—. Nada está variando.

—¿Qué... Qué ocurría en él? Nunca me lo dijiste.

—Si lo digo, también perdería la gracia.

—¿Quieres decir entonces que es una premonición?

La muerte de un sueño [Dokkaebi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora