Villa Alemana, Chile 2018.
Pleno mes de abril y el clima ya comenzaba a mostrarse frío. Los primeros indicios de un otoño congelante ya asomaban y las calles se tornaban de aquel rocío resbaladizo tan característico de las mañanas villa alemaninas.
Su departamento era su guarida, su refugio, su escondite. Aquel cable a tierra que le permitía de una u otra forma volver a ser él mismo en su intimidad y esencia. El espacio sagrado al cual recurrir cuando todo cansa, cuando todo aburre, cuando se siente que no existe nada que pueda provocar un grado mínimo de motivación a tus venas. Cuando se piensa que ya nada existente en esta tierra puede hacerte pensar de manera positiva... cuando te sientes tan abatido que en un corto instante incluso el padecimiento del alma te impulsa a dejar de creer en ti mismo.
La soledad y al mismo tiempo la calma que allí se respiraba desempeñaba un rol exclusivo, una especie de efecto apaciguador en su alma; y la suave brisa que se colaba por las ventanas esparciéndose por cada rincón del inmueble, un dardo tranquilizante a sus agitados sentidos.
Se preguntaba una y mil veces dónde estaba el origen de su repentina irritabilidad; por qué últimamente estaba tan irascible, tan iracundo. Recostado en su cama y con la vista pegada en el foco de iluminación artificial repasaba una y otra vez su temperamental actuar de los últimos días. Necesitaba una respuesta pronta... necesitaba saber el por qué sentía que su paciencia ya carecía de todo límite.
Él no acostumbraba a comportarse de esa manera y sentía curiosidad, pero más que curiosidad le paralizaba un miedo que se apoderaba de cada fibra de su ser más interno y profundo, y mientras pasaban por su cabeza raudas las horas de aletargamiento, pensaba muchas veces en Jonghyun... cómo le extrañaba.
Cada día que corría veloz venía a su mente el recuerdo de su gran amigo. De quien se marchó abrupta mente de este mundo llevándose consigo un caudal de recuerdos y secretos.... Tardes completas de compartir música, pensamientos, ideas, futuros proyectos, palabras.... Simples conversaciones que siempre habían actuado como una verdadera terapia para su alma tan dañada por los recuerdos de su infancia, una infancia que muchas veces, volvía a repercutir en su cabeza.
Pero.... Ya no estaba Jonghyun allí para hablar por teléfono, ya no se podía respirar su presencia en el aire, ya no oiría nunca más su risa... su voz, su maravillosa voz se había marchado para siempre y ahora sólo se vivía con el latente recuerdo de su paso por esta tierra y todo lo beneficioso que él compartió, todo el talento que regaló.... Los momentos de camaradería y amistad que le brindó.... y Leeteuk necesitaba de aquello, necesitaba poder contar con él como siempre... le extrañaba mucho.
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La música, la tenue luz y Kung Fu... solían ser sus grandes acompañantes en sus momentos de mayor soledad y a pesar de tener hartas amistades, de tener a su madre, su hermana y los chicos del grupo, aun así, solía sentirse solo... muchas veces apesadumbrada mente solo.
Pero también sabía muy bien que no todo era oscuridad en su vida.... tenía él una mano con muchos dedos que siempre estaba allí para inspirarle, para ayudarle, para socorrerle y para salvarle... ELF.
