Prólogo

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Los latidos frenéticos de dos corazones humanos llenaban el silencio de la noche. La oscuridad del callejón les impedía ver hacia donde corrían. Sus manos juntas, dedos entrelazados. Él miró el perfil de su esposa antes de susurrar las palabras: -Te amo.

Ella cerró los ojos un momento, no hacía ninguna diferencia en la oscuridad cerrada de esta fatídica noche, presionó la mano de su amado y sonrió aunque él no pudiera verlo.

Había sido una buena vida. Juntos.

No había salida y el asesino lo sabía. Ni siquiera usó su magia para detenerlos o atraparlos. Él caminó lentamente, tarareando una canción en su mente, sus zapatos creando sonidos de chapoteo sobre los charcos cuando empezó a llover. Acarició una mano contra la otra, sintiendo la magia vibrar bajo su piel. Inclinó a un lado y a otro su cabeza, su cuello tronó un par de veces, la tensión saliendo, abandonando su cuerpo. Movió sus hombros, sintiendo los músculos de su espalda tensarse y destensarse. Suspiró y sonrió cuando escuchó un par de gemidos lastimeros.

Callejón sin salida, pensó, y su sonrisa se ensanchó.

Por supuesto que él lo sabía antes de llevar ahí a los humanos. Aunque, en su defensa, fueron ellos quienes eligieron ese camino, él únicamente los dejó seguir en su error.

Se detuvo en la entrada del callejón. Su vista era perfecta, incluso en la oscuridad. Vio a ambos humanos, sus espaldas pegadas a la pared, respiraban con dificultad, hasta sus oídos llegaban sus intentos de llevar aire a sus pulmones. Sus manos estaban temblando juntas, las otras rasgando el muro tras ellos, como si con eso una salida mágica fuera a aparecer.

Mágica.

-Umn -el brujo casi ronroneó feliz, mientras se acercaba a ellos-. ¿Se rinden ya?

La mujer gimió más fuerte. El brujo podía oler el amor entre ellos y el miedo a la muerte. Hacían bien en temer y sus sentimientos eran un buen alimento para él.

Avanzó hacia ellos. Sabía que no lo podían ver y eso aumentaba el pánico, sus corazones más acelerados que antes, deteniéndose a momentos.

Estaba ya casi frente a ellos cuando el hombre se interpuso entre él y su esposa.

Tan perfecto.

-¿Qué quieres? -la voz del humano salió casi firme y desafiante. Casi-. No tenemos mucho dinero, pero podemos darte...

El sonido que emitió el brujo desde lo más profundo de su garganta lo hizo callar.

-Por favor -rogó entonces la mujer.

El brujo frotó de nuevo sus manos. Su magia se encendió esta vez, iluminando lo suficiente para que los humanos vieran el rostro de su asesino. El último que verían.

Él era guapo. Sus ojos grises, como de plata, y el cabello oscuro en un perfecto contraste. Y su sonrisa, su sonrisa era inhumana y hermosa. Iluminaba su mirada.

-¿Por qué? -preguntó la mujer en un susurro, y él supo que ya había aceptado su muerte. Sólo quería la razón, tan mundano querer saberlo todo.

Él inclinó la cabeza hacia un lado, mirando los ojos azules de la humana que lo miraban desde su posición tras su marido.

Él suspiró. -¿Por qué? -repitió-, porque ustedes se aman de verdad, tan fuerte, y porque mi magia se está debilitando y ustedes dos tienen lo que necesito para alimentarla lo suficiente para seguir viviendo. Almas y corazones puros...

-No eres un asesino diferente a los demás -le dijo la mujer, ella era valiente, le gustaba incluso, pero era la vida de ellos o su magia-. Ser un brujo no te hace mejor a los que destrozan cuerpos y dejan ríos de sangre.

Él sintió, justo antes de dejar su magia llegar hasta el corazón de ella, los ojos de ella fijos en él, como si pudiera verlo y no sólo su rostro, como si viera a través de él, hasta su alma.

-Tu alma está condenada -lo maldijo ella con su último latido.

El brujo se rió, aunque un escalofrío lo recorrió completamente.

Atrapa mi alma (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora