||Prologo||

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Al recibir el disparo, Philip logró ver cómo su mundo se desvanecía lentamente mientras un carmín espeso manchaba sus ropas. Cómo la expresión de Theodosia cambiaba de seriedad a desesperación y tristeza. Cómo el rostro de Lily, volteaba a ver a quien había perdido su honor. Cómo su amado corría hacia él rogándole que guardara sus fuerzas, que no lo dejara... sabiendo de todas formas que ese pedido no se cumpliría.

¿Pero cómo llegamos aquí? ¿Qué pasó antes de que todo se viniera abajo?

Bueno, retrocedamos en el tiempo para averígualo, más específicamente al año 1784, Sofía terminaba de arropar a su hija, miró por la ventana del departamento de hospedaje viendo cómo su esposo llegaba, su corazón comenzó a dar brincos por el nerviosismo. Corrió a la cocina en busca de un objeto con el cual defenderse a lo que encontró un cuchillo, fue entonces que la puerta se abrió desaforadamente. El hombre comenzó a buscar a la mujer por todo el departamento, pasando frente al cuarto de su hija, "Monstruo" susurró antes de tomarla en brazos. Siguió su búsqueda hasta llegar a la cocina viéndose cara a cara con su esposa.

-Me dejaste solo en Carolina del Sur cariño- dijo dejando a la niña en el piso logrando que despertara.

-Francis...- habló asustada -y-yo...

-Viniste a ver a tu amante ¿no?- habló mientras se acercaba lentamente a la mujer quien escondía el cuchillo tras su espalda - Ese tal George Washington... seguro que la niña es de él - dijo comenzando a rodearla

-N-no d-digas tonte-rías... y-y-yo te am-o - tartamudeó con miedo la madre.

Fue entonces que Kinloch se percató del objeto entre las manos de la mujer, arrebatándoselo, pasando la punta del afilado objeto por toda la espalda de la mujer.

-Entonces planeabas matarme... que creativo- susurró comenzando a jugar con la punta del cuchillo en un punto definido de la espalda de Sofía.

-Papi- Habló la menor algo confundida y asustada.

El mayor hechó a reír a carcajadas mientras tomaba el hombro derecho de la mujer e introducía la punta del arma blanca en la espalda de la madre, quien comenzó a gritar y correr hacia su hija, tomándola de la mano para luego salir de ahí.

-¡¿Irás a ver al cadaver de tu amante cariño?!- le preguntó el hombre mientras las veía irse del lugar.

Ahora solo se podía ver a una madre con su hija de 4 años que se presentaron en casa del ahora nuevo presidente de los EEUU, Georg Washington, quien gustoso le abrió las puertas de su hogar a su querida amiga.

-¡Sofia!, no avisaste que vendrías... espera ¿Qué te trae a Nueva York?

Sofía lo miró con felicidad "no está muerto" pensó, mientras se agachaba para saludar a su hija, fue entonces cuando George logró ver cómo en su espalda se expandía el carmín al que tanto quería apartar de su vida desde hace un tiempo.

-¡Martha!- Llamó a su esposa, en su voz se podía notar cómo se formaba un nudo en su garganta lentamente- ¡N-necesitamos un médico rápido!

Comenzó a agacharse para poner sus manos sobre los temblorosos hombros de Sofía, quien calló inconsciente en brazos de su amigo.

Su rostro palideció.

La sangre pintaba el suelo mientras Martha alejaba a la niña de la triste y traumática escena, quien lo único que hacía era llorar en brazos de quien veía como una tía.

Mientras Lily lloraba por la perdida de su madre.

•||15 años después||•

-Lilian Kinloch Washington ¿Aceptas recibir a George Washington de Lafayette como esposo, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

-Acepto- Dijo sin pensarlo mucho, ya no necesitaba hacerlo.

-George Washington de Lafayette ¿Aceptas recibir a Lilian Kinloch Washington como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

-Acepto.

-Entonces los declaro marido y mujer.

George pasó su mano por entre los cabellos de la joven, comenzando un beso que claramente fue correspondido.

-•-

-Chicas estaba buscando a...-Habló Philip

-Philip no tenemos tiempo para esto debemos irnos- Interrumpió Francis tomándolo del brazo.

Subieron al carruaje partiendo hacia Carolina del Sur.

-Quería partirle el rostro al idiota de Eaker- Se quejó el menor.

-Te olvidarás de sus palabras más rápido de lo que crees- Acotó el mayor.

-No lo sé.

-Tu padre no quería que hicieras nada.

El poeta bufó.

-•-

Las puertas de la gran casa se abrieron dejando pasar a los cuatro jóvenes, quienes luego de serrarse las puertas se abrazaron entre ellos. Ahora eran libres. O eso creían.

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