El bosque dejó de aparecer hace muchos metros, ahora sólo había campos donde los granjeros cultivaban el sustento del reino. Era una distancia muy larga aún para decir que habían llegado a la capital del reino, pero se acortaba con "facilidad". Al frente de la caravana se hallaba el Hombre con Sombrero, quien había quedado como líder de la misma después de que El Rey ordenara que Salomón, el anciano que tomaron preso, viajara con ellos en lugar de ser asesinado por Edward.
No le gustaba en absoluto ir al frente de la caravana, era el lugar más peligroso de todos ya que se encontraba al frente y no era el mejor peleador del grupo. Temía mucho a la violencia, no porque él no la ejecutara sino porque temía morir en una batalla. Ese era el lema que su papá decía siempre que regresaba de cortar leña: "No me da miedo la muerte, me da miedo morir", así que estar al frente sólo acrecentaba ese miedo.
Dentro de la última caravana se hallaba El Rey quien aún miraba al anciano Salomón, buscando algo de valor para la causa. Mientras tanto el viejo seguía con mucho miedo pues consideraba que en cualquier momento podría ser lanzado fuera de la carroza y no creía que su cuerpo pudiera con el impacto del frío suelo. Sudaba en frío y trataba de no ver a los ojos al Rey, algo había en su mirada que atemorizaba, como si él pudiera ver más allá del rostro y viera la muerte.
El Hombre con Sombrero se encogía de hombros mientras miraba frenéticamente a ambos lados, arriba, abajo y a donde se le ocurriera, tenía mucho miedo. Habían viajado por varios días sin tener algún inconveniente pero eso no tranquilizaba al actual líder de la caravana. Sujetaba la brida con tanta fuerza que empezaban a lastimarlo, pero no le importaba el dolor es manejable y curable, la muerte no.
Dentro de la carroza que se hallaba justo detrás de él estaban Edward y una mujer que se sentaba en silencio con los ojos cerrados. El anterior líder se hallaba impaciente pues el viaje se había hecho largo y no pudo dirigir la caravana como normalmente lo hace, una actividad que disfruta mucho pues le da una ventaja para atacar primero a cualquier enemigo que se acerque.
A unos cuantos metros de la caravana apareció un hombre agitando sus brazos pidiendo que pararan a todo pulmón. El hombre era un granjero con un notorio sobrepeso y calvicie acorde a su edad, quien había perdido a su hija en el campo y preguntaba a cualquiera que pasara por información de su paradero. El Hombre del Sombrero apretó los dientes dentro de su boca, si hay algo que él odia es un proceso inútil aplicado en la vida real.
Él había pasado muchos años estudiando dentro de una biblioteca derrumbada por un temblor como para permitir que cualquiera hiciera alguna estupidez. Respiro profundamente y bajó del caballo, gritó a las caravanas para informarles que descansarían a los corceles mientras él ayudaba al hombre que estaba pidiendo ayuda. A Elisse no le gustó nada esta decisión.
- Muy bien señor, lo primero es lo primero, ¿cree usted que sea inteligente pararse en medio del camino pidiendo ayuda a la gente que pueda pasar en este páramo?, dígame, ¿pasa mucha gente en este lugar? - decía mientras se le acercaba al rostro denotando su molestia y ceño fruncido.
- No.- fue todo lo que respondió el granjero.
- Entonces, ¿qué le parece si le ayudamos a recuperar a su hija para que deje de estorbarnos? -
- De acuerdo. Gracias. Muchas gracias. - el granjero agitaba la mano del otro con mucha fuerza, tanto que le molestó y entonces la retiro de manera poco agraciada. - Por favor, si me pueden ayudar se los agradeceré eternamente. -
Elisse salió del carroza pateando la puerta con cierta fuerza, estaba completamente ofuscada por el enojo, la caravana no podía retrasarse o al menos eso pensaba. Fue directamente con el Hombre del Sombrero para hacerle saber su opinión, evidentemente con gritos y expresiones exageradas, así era ella y no iba a cambiar en ese momento. Al no recibir una respuesta satisfactoria dio la media vuelta y se retiró con dirección a la caravana del Rey.
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Frenético Reinado
FantasyHay un rey en lo más recóndito del bosque, abriéndose paso a través de la violencia y el engaño para tomar por la fuerza, o por el miedo, lo que cree le corresponde. Su avaricia no conoce limites y buscará de todas formas posibles apoderarse del rei...