Capítulo II

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Cruel.

—¡¿Pero, que carajos?! -—gritó sorprendida.

Sus ojos azules eran sinónimo de asombro, confusión, ira y enojo. Su mirada desencajada al igual que su mandíbula mientras que con la manga de su chaqueta se limpiaba la boca y escupia repetidas veces al suelo.

«Ridícula, ¿sabe cuántas chicas morirían por uno de mis besos? , y ella lo desprecia»

Mirarle el rostro completo me causaba gracia pura.

Me dí la vuelta viendo como Jeremías se agarraba la nariz tratando de contener la sangre que escurría de su nariz. ¿Cómo carajos se le ocurre reírse de mi en mi puta cara? Se lo tenía merecido el hijo de puta por haber estado jodiendome los sesos.

Mientras me iba alejando del lugar en dirección a mi auto escuché un grito chillón proveniente de ella.

—¡Esto no ha terminado! —la oí gritar. Su cabello estaba tan despeinado y, conforme el viento aumentaba su cabello se enmarañaba aún más. —¡Nadie se burla de Olivia Thompson! —gruñó, su voz podría ser comparada por el ladrido de un Chihuahua.

¿A si que ese era su nombre? Me ha facilitado aún más el trabajo.

—Créeme cariño, aún no
acaba. —terminando dicha frase, subí a mí abollado auto.

Mi pobre auto tuvo que pagar las consecuencias de esa loca al volante, ¿como siquiera tenía una licencia?

Ahora que lo pienso, no me cabreó tanto la abolladura. Fue el acto en sí.

Lo hizo delante de toda la Universidad, dejarlo pasar era como decir que cualquiera podría venir, dañar algo de mi propiedad e irse como si nada hubiera pasado. Se trataba de dejar en claro que aquél que se atreva a dañar algo mío tendría un castigo por lo cual se lo pensarán dos veces antes de meterse conmigo.

Ya en la carretera no pude evitar pensar en aquella chica de ojos azules, casi como unos grandes zafiros. Miré el espejo retrovisor, visualizando un único auto siguiéndome . No me arrepiento de haberle roto la nariz a Jeremías, el cabrón se lo tenía merecido por estar jodiendome los sesos.

¿Cómo carajos se le ocurre reírse de mí en mi puta cara?

Conducí hasta la universidad logrando ver que algunos curiosos aún estaban esperando alguna pelea, o que yo bajara del auto con algún tipo con el rostro magullado.

Bajé de mi propio auto, los idiotas de Dylan y Jeremías bajaban del otro.

La mirada de los curiosos se tornaron confundidas.

Una mirada llena de frialdad y algo de cólera fue suficiente para que todos aquellos chismosos se dieran cuenta que no estaba de humor y se largaran a otro lado.

Harry pasó su brazo por mi cuello. Su accionar tomándome por sorpresa, aún así no le cuestioné nada solo le solté un voraz gruñido. Se lo pasé por alto porque era como mi hermano, ya que, no a cualquier idiota le permito este tipo de contactos.

Su sonrisa abarcando su rostro mostrando sus relucientes dientes blancos como un jodido inodoro. Su revoltoso cabello castaño con ondas sujetos en un horrible chongo.

En ese momento Jeremías avisó que iría a la enfermería y Dylan lo acompañaría

—¿Por qué carajos Jeremías tenía sangre seca en su nariz? —preguntó con clara curiosidad en su voz.

—Se burló de mí —mi boca se curvó—. Tú sabes que no lo tolero.

—Yo siempre me burlo de ti ¿también me golpearas? —hizo un puchero—. Porque si es así te acusaré de homofobia, cabrón.

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