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Capítulo 2.

Miguel

Ay, chinito —reí frente a la cámara web—. La neta es que si estas medio mensito.

Había pasado tiempo desde que el japonés y yo habíamos hablado por primera vez, y habíamos entablado una amistad —si es que se le puede llamar así—, puesto que a veces nos molestábamos mucho y terminábamos "peleando".

Ahora mismo estábamos hablando por videollamada, como casi todos los sábados, él estaba en su escuela haciendo un proyecto, supongo; y yo estaba en mi cama, casi sin hacer ruido, ya que era la una de la mañana. Hiro estaba construyendo algo nuevo para presentarlo en una "feria de ciencias" y de verdad me impresionaba toda la dedicación que le ponía a su trabajo.

Y, si por él fuera, únicamente estaría concentrado en su invento, de no ser porque yo le ruego que hablemos por videollamada (¿qué? ¡No me juzguen! Casi no me da sueño y necesito algo con qué entretenerme). Aunque a veces no aguanto, ya que hay veces en las que me quedo dormido mientras la llamada aún está activa,

— Ya te dije que no soy chino —gruñó—. Soy japonés —bufó al ver que se le cayó una pieza del lugar donde iba, yo me burlé e inmediatamente me lanzó una mirada asesina—, y no soy tonto.

— Si, si lo eres —bostecé—, señorito Hamada.

Después de tantas explicaciones de parte de Kat y Hiro, supe pronunciar bien su nombre, lo cual me hacía sentirme orgulloso de mí mismo. ¿Será que algún día pueda hablar japonés fluido como él? ¡Sería genial! Podría componer una canción con letra en japonés, claro, si es que algún día domino el idioma...

— Miguel —regañó, mirándome con enojo—. No escaparás, la última vez me dejaste hablando solo.

— Je, lo siento —sonreí—. Pero precisamente por eso te estoy avisando que me iré a dormir, caray.

— Un día te voy a llamar cuando YO —se señaló— esté a punto de dormir y te dejaré hablando solo —la pieza cayó otra vez y mi carcajada no tardó en aparecer—. ¡Deja de reírte!

— A veces andas con unos humores —rodé los ojos—. Buenas madrugadas, chino.

    Y después de eso no esperé respuesta y cerré la computadora. La coloqué en el suelo, bajo mi cama e intenté dormir. Mi celular comenzó a vibrar, y supuse que era Hiro, y lo ignoré hasta que comenzó a llamar. Mi tono de llamada era algo molesto y ruidoso (La Bikina, ¡amo esa canción!), así que tuve que responder. Efectivamente era el japonés.

— Miguel, nani? —habló en su idioma natal—. Me dejaste hablando solo, otra vez —rió, y yo me sorprendí ya que rara vez suele hacerlo—. No cuelgues.

— Tengo sueño —aclaré—. En donde vives es temprano, acá no, déjame dormir.

— Nop. Y si cuelgas, te llamaré una y otra vez.

— Siempre puedo poner el celular en silencio —desafié.

— Bueno, entonces... —se quedó callado unos segundos—, bah. No se me ocurren ideas.

— ¿Ves? No puedes contra mi —sonreí.

—Bueno, entonces solo no cuelgues.

𝐂𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐭𝐮́ 𝐧𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐬 │ ℋ𝒾𝓇𝑜𝑔𝓊𝑒𝓁/ℋ𝒾𝑔𝓊𝑒𝓁 【 Disney 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora