Las sábanas desarmadas, el suelo cubierto de ropa desparramada por toda su extensión y una ola de pensamientos en la cabeza de aquella mujer que en una equivocación de sus actos se mantenía envuelta en una delgada tela que componía su recatado babydoll frente al gran ventanal que acompañaba su habitación, ese era su mundo, la realidad de cual escapaba diariamente, mintiendo y alejándose de todos aquellos que mantenían intenciones puras e inocentes. La brisa, su vieja compañía se encontraba burlesca. Nunca había adoptado una presentación de aquel modo, pues en aquella situación era pobre, vagabunda. Sin un destino, como si hubiese decidido salir de su pequeño escondite meramente para provocar los erizados vellos de las blanquecinas piernas de la dama que alguna vez fue su amiga.
Su mente se encontraba distorsionada, ocupada por la culpa. Por el remordimiento de saber que a pesar de la benevolencia que envolvía sus actos, no hacía más que continuar hiriendo la salud de su niña.
¿Qué había provocado?
Desde un comienzo el error lo cometió ella junto a su esposo, Jiho.
Por haber tentado a la gravedad de las cosas. A mentirle a su propia hija y ocultar el fin de la felicidad que años atrás compartía con cuanto gentío podía.Eran las 4:28 a.m.
Qué forma más cruel de recordar que aún continuaba viva y que el tiempo se burlaba de su patética melancolía que en un comienzo empezó por la falsedad.
Deseaba seguir durmiendo, y abrigar su piel. Pero no en aquella cama, y no con aquella seda. Lo deseaba en su antigua habitación, junto a su esposo, con el calor de los infantes que juguetonamente se colaban cada amanecer que podían en su lecho. Deseaba volver el tiempo atrás, cuando aún eran una familia. Cuando aún eran felices.
Se alejó del cristal entreabierto caminando descalza en dirección al pasillo mientras sus pensamientos se multiplicaban como si se tratase de una serie de bacterias que solamente querían contaminar y subsistir en base a otro organismo.
La puerta de la habitación de Hyorin estaba abierta.
Ella siempre había tenido esa manía.
Mientras todos los demás niños lloraban para que sus puertas quedasen bien cerradas para evitar que la oscuridad del exterior contaminara sus habitaciones, ella solo quería que la continuidad del resto de su hogar con su espacio no se interrumpiera por algo tan mísero con un gran pedazo de madera. Le gustaba sentir que aún seguía en su casa, y que la habitación de él estaba cerca a la suya.
Y esto era interesante.
¿Como alguien no puede recordar el ingrediente principal de una receta pero aún así mantiene a su disposición todos los utensilios necesarios para esta?
Hirae siempre le comento lo muy interesante que era la mente de Hyorin, y que si el destino no hubiese sido tan cruel quizás hasta podría haber sido una niña con un coeficiente intelectual superior al promedio.
Pero como siempre evitó la maraña de suscripciones que le proseguían a ese pequeño recuerdo, porque sabía qué pasaría si continuaba tirando por aquel hilo.
Hyorin estaba destapada a la mitad, mientras su pequeño pecho subía y descendía en consecuencia a ese proceso biológico del que tanto dependen los seres vivos.
De manera resignada ella camino hacia el interior, posicionándose a un lado de la pequeña cama durante terminaba de acobijar los hombros de su pequeño retoño, no obstante unas pequeñas palmas le tomaron por sus muslos, otorgándole el calor que anteriormente la brisa le había robado.
ㅡ¿M-mamá?ㅡuna voz dulce, melodiosa y algo adormilada la sorprendió.
Pero ella no respondió, sabía que no podía hacerlo. Algo en su corazón se quebraría antes de hacerlo. Por ello solo tomó la pasada manta y retomó el arropo que antes había interrumpido la pequeña para comenzar a pronunciar pequeños susurros que incitaban el sueño.
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oppa; kth.
Fanfiction¡Soy mayor que tú, así que tendrás que llamarme Oppa! narotic, 2018.