Capítulo 1.

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En un principio, solamente era un columpio en medio de un jardín repleto de maleza. No te recomiendo mantener la mirada fija, con los ojos muy abiertos en algo que no se mueve durante un periodo de más de cinco minutos. La vista se te emborrona. En mi caso, creo que han bastado unos diez minutos para percatarme de que el columpio no está desocupado. Ahora no puedo sentarme, es lo único que pienso, desolada. Me persiguen a todas partes, todo el rato. Pero no te preocupes. No se trata de ningún espíritu, ni de nada que puedas considerar reprobado. Son simplemente espejismos, o eso me han dicho. Y yo les creo, porque necesito hacerlo para no volverme loca. Aún así, su presencia me pone nerviosa. Nunca me hablan. Nunca me miran. Se limitan a mantener la vista al frente, e incluso, a veces, cuando me coloco delante de su rostro y les miro fijamente a los ojos huecos, parece que ven a través de mí. Me buscan y me evitan. Son jodidamente perversos.

Sin embargo, creo que en esta ocasión es diferente. En primer lugar, me está mirando. Sí, creo que me mira a mí, y no a lo que sea que haya detrás mío. En segundo lugar, tiene una ligera sonrisa en los labios. Grandullón, no sabía que supieras hacer eso. Aunque mirándolo detenidamente... no es tan grande. Está encorvado, como si no cupiese en el columpio, aunque de sobra lo hace. Estoy segura de que si me hubiese sentado ahí, hubiéramos cabido perfectamente. Pero por primera vez en mucho tiempo, me intimidaba. Su cara era un poema. No estoy segura de poder explicarlo detalladamente, pero creo que con dejar claro que más que un ser jodidamente perverso se parecía a un ángel, es suficiente.

Hasta que desplegó las alas y echó a volar por encima mío, despareció en el cielo encapotado, por encima de los nubarrones, y me dejó literalmente ardiendo.

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Intentarán convencerme de que no fue real. Intentarán convencerme y engatusarme para que me tome mis medicinas: con golosinas, doble sesión de reality shows, películas alquiladas y palomitas hasta hartarme; incluso mi madre prometerá comprarme un coche. ¿A quién engaña? Apenas puedo controlarme a mí misma; y además, apenas acabo de cumplir los dieciséis. Créeme, mi madre es una persona muy correcta.

Así que cuando me despierto, procuro no abrir los ojos. No necesito hacerlo, de todos modos. Ya sé dónde estoy. Un niño llora. Quiero levantarme a preguntar por la causa, pero, o los músculos no me responden, o estoy demasiado tensa. Tampoco iban a dejar que me levante. Hipócritas. Obviamente, si no fuese un hospital de pago, ya me habrían echado. Cómo iban a aguantar más a una loca mental como yo; ocupando cada dos por tres una habitación de su preciado edificio de lujo. Estoy sedienta; casi puedo sentir el fuego quemándome aún. Veo una jarra de agua encima de la mesita, al lado de la cama, y un vaso con dibujos infantiles. Estiro la mano, y al segundo, intento volver a dejarla muerta encima de la cama, pero ya ha entrado mi hermano por la puerta y pierdo la oportunidad; porque me ha visto.

— Jason — grazno.

— Grace — se dirige hacia mí, y creo que está a punto de estrangularme, pero finalmente se agacha junto a mi cama y me agarra la mano —. ¿Ya estás despierta? Vámonos a casa.

Me mira con aires preocupados, y quiero decirle que no se moleste por mí, ya que no es la primera vez, y tampoco será la última. Suponiendo que no pueda evitar la aparición de...

— ¿Mamá?

— En el vestíbulo, Ha dicho que venga a verte, quiere irse a casa ya — no hace falta que lo diga. Él también.

— Joder, mierda.

Ni se molestan en comprobar si he tenido secuelas. Todas las veces que me he despertado lo he hecho en perfectas condiciones, porque incluso ahora, si no tuviera ese nudo en la garganta y los miembros tan tensos, podría ponerme a saltar encima de la cama. Yo tampoco quiero quedarme aquí, rodeada de paredes blancas. Me hacen daño a la vista, y me recuerdan al vacío. Y a las alas del ángel. Un escalofrío me recorre la espina dorsal; pero sé que no voy a volver a verlo. No ahora. Desgraciadamente o por suerte, no volveré a encontrarme con ese ser -si es que resulta ser el mismo por segunda vez- hasta dentro de unos días, en la fiesta de cumpleaños de Jason. No me darán otra oportunidad para cambiar; ni mi madre, ni ellos.

CHAINEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora