Tres Flancos

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I

Los dedos resbalan sobre el teclado, yendo de un lado a otro, presionando botones de forma casi violenta. La máquina es enorme, recuerda un poco a esas computadoras gigantescas de antaño. Tiene una gran pantalla, pero ésta transmite mensajes tan aleatorios e incomprensibles que es sorprendente que esa mujer sepa exactamente lo que todos y cada uno significan.

Por eso, cuando nota algo completamente anormal, sus ojos protegidos por googles se abren amplios, pasmados, y sus dedos se detienen, levitando nerviosamente sobre el metal.

¿Qué significaba aquello?

Ruido a sus espaldas. Ella no voltea. Mantiene los ojos fijos en las líneas, los números que se presentan, las lecturas inusuales. Frunce el ceño. Presiona entonces un botón, el cual se encargará de registrar todo lo que acaba de detectarse, de modo que ella pueda volver a revisarlo más tarde. Finalmente se voltea, cuando la anomalía parece haberse terminado.

Es Shinso.

—¿Café?

—Sí, gracias.

Ella extiende la mano y toma el latte empaquetado en cartón. Curioso que uno de los hombres principales del movimiento pueda entrar y salir del Starbucks como si nada pasara. Ella ve su nombre escrito sobre el papel.

Mei.

Bebe un sorbo y es café helado de mocha con mucha canela, como a ella le gusta. Shinso se acomoda en una de las sillas que hay en el interior del cuarto, mirando hacia la afamada máquina.

—Nunca podré dejar de admirarte por haber creado algo como esto.

Ella sonríe al tiempo que los labios pálidos de él tocan el plástico de la tapa de su café. Después va a sentarse al otro costado de la mesa. Los dos guardan silencio un momento mientras los circuitos de la máquina ronronean.

—Hace un momento parecías concentrada en algo —comenta él, colocando su café sobre la superficie de madera y mirándole con esos ojos cansados. Ella asiente despacio.

—Tengo una teoría. Pero tengo que revisar otra vez los registros del sistema para poder corroborar cualquier cosa. Podríamos haber descubierto algo.

Él asiente. Realmente la admira. Hatsume Mei, una de las llamas más brillantes del movimiento anti Quirk-Omega. Zoom. Su particularidad le queda muy bien.

Porque ella es siempre alguien que ve más allá.

—¿Lo extrañas? —pregunta con la voz seca y airosa, como hojas que se remueven por el suelo. Es una pregunta sin sentido que tiene respuesta desde antes de haber sido formulada. Es como preguntarle a alguien si se le ha caído la leche después de ver ésta derramada a sus pies. Una de esas tonterías que uno dice por no saber qué más decir.

Ella le observa de reojo.

Extrañar tal vez no es la palabra que Mei usaría. No es tan sencillo como haberse separado de un objeto que en otro momento volvería, es más profundo que eso, más intenso y doloroso. Es una parte de ella que se ha alejado, una parte de su ser y su existencia. Porque en eso se convirtieron desde que las marcas se materializaran mutuamente sobre sus pieles. Un solo ser habitando dos cuerpos.

La sensación de estar incompleta no puede describirse, aún no se inventan las palabras adecuadas para eso. Pero alguien que aún no establece un vínculo con nadie no podría comprenderlo.

—Sí, lo extraño mucho —opta por decir suavemente. Cree que quizá él podrá captar que se trata de mucho más que simplemente eso.

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