Pilares

Cuatro Marcas

I

Katsuki le da un golpe a Izuku en la cabeza con la palma abierta al verlo distraído otra vez. No demasiado fuerte, según él, aunque a veces tiene problemas para medir su propia fuerza.

—¿No desayunaste, pedazo de brócoli?

Izuku sonríe apologéticamente, sobándose.

—Es que no iba a darme tiempo de estudiar, terminar los deberes y reunirme con Kacchan a la hora en que habíamos quedado si desayunaba... sabes que soy lento para comer.

—Se lo voy a decir a la vieja.

—¡No, Kacchan! ¡Por favor!

Izuku se conoce de memoria como son las furias de Mitsuki Bakugou, su nueva madre adoptiva, y no tiene ganas de despertar una. Mitsuki se pone especialmente colérica cuando sus bebés hacen algo que no es conveniente para ellos, como "saltarse la comida más importante del día".

—¿Qué me vas a dar a cambio de no lanzarte a la hoguera?

—¡Te doy mi calcomanía repetida de edición limitada de All Might contra Eraserhead!

All Might y Eraserhead son dos de los personajes principales de sus libros de historietas favoritos. A ambos les encantan desde que son más pequeños, pero el rubio trata de reforzar la imagen ruda que da al resto fingiendo que esas cosas le resultan indiferentes. Katsuki parece pensárselo con una mueca en los labios como si no lo deseara realmente.

—Hecho —termina aceptando—. Pero ahora vamos a comer algo, inútil.

—Está bien, Kacchan.

Hace mucho que las miradas de odio se habían acabado. El tiempo ha pasado. Momentos duros, difíciles y dolorosos han sido superados. Una madre que muriera por cáncer. Un padre ausente. Una casa de acogida... llena de desgraciados...

Pero esas cosas han quedado atrás. Quien les viera ahora, no creería que son los mismos de hace un par de años. En especial Izuku.

Unos cuantos años más tarde, en el día de su graduación, Izuku mira a su mejor amigo a los ojos, viendo ahí la bruma de la ebriedad. Incluso el vaso que el rubio porta en una de sus manos es testimonio del motivo de su presente intoxicación. Pero Katsuki parece tener algo importante en mente, a pesar de todo. Le ha llamado al exterior del recinto, a los jardines llenos de flores del salón tradicional en el que están festejando el evento.

Katsuki bebe un sorbo antes de volverle a ver. Y lo suelta, la voz pastosa, lengua enredada, ojos acristalados y mejillas coloradas por efecto del alcohol.

—Deku —dice. Deja su vaso sobre un barandal y toma a Izuku del rostro con las manos, forzándolo a mirarle a los ojos—. ¿De verdad te gusta la cara redonda?

Izuku se queda helado. No puede responder. No le gusta mentirle al rubio. Y es que es cierto que hace unos meses que empezó a salir con una de sus mejores amigas porque parecía ser lo correcto, lo natural que debía suceder entre un chico y una chica después de pasar tanto tiempo juntos y ser tan cercanos, pero... en el fondo...

Quién sabe qué cara puso, porque Katsuki pronuncia entonces:

—Lo sabía —le mira con una intensidad feroz—. Entonces, ¿por qué mierda estás con ella?

El alcohol no le quita el peso a sus palabras, sino que las incrementa, las vuelve directas y las hace atravesar su cuerpo. Izuku se estremece, tragando saliva y apretando los puños.

—No lo sé... —susurra. Katsuki le mira un instante. Y luego suelta con la voz autoritaria de un león que busca imponer su dominio.

—Déjala.