Un Café comúnmente amargo

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El frío de esa mañana limeña era notoriamente especial... En Lima llueve tan ridículamente poco y eso junto al cielo gris hace nostálgica la jornada... Así que en el primer instante posible tome la calle y trate de ir lo más rápido posible esquivando saludos de los vecinos, evitando comprar alguna golosina distractora y esperanzado en ocupar un asiento en el transporte... Lo cual, sería una muestra de mi mala fortuna desde aquel día.

Luego de correr hasta llegar a la parada de buses, subir y contar las pequeñas y abundantes monedas para pagar, y elegir si sentarme con la chica con minifalda o sentarme en el único asiento cercano a la ventana, miré que al final había un buen número de asientos vacíos... Mi reino solitario esperaba por mi... Para bostezar, ver algún video de música y hablar con la chica que me gustaba, mientras debía a ir a redactar algunos chismes estúpidos del Congreso de la República y joderle dentro de mi cuarto a escribir por todo el día, así que, elegí escuchar After Midnight de Daggers, subí el volumen de modo que nadie existíera alrededor, bostece y me deposite en el último lugar del vehículo... Eso casi siempre, es gloria.

Habrían pasado, algunos minutos, necesarios como para ver que estaba en tardanza, cuando de pronto, entre la masa de humanos que subían por la puerta trasera, oí una voz remotamente conocida que aún a pesar de tener audífonos puestos, pude reconocer... Porqué Lima la bestia del millón de cabezas es a veces, tan pequeña??? Era ella y solo mis ojos respondieron a su efusivo saludo... Demoré en decir: Hola Jacky, que tal? (mi saludo clásico para que nadie note que me importa una mierda su intromisión en mi cotidiano viaje) pero ella ya se había sentado a mi lado, y noté que nuestros nervios, de distinto modo, eran parecidos.

El último exilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora