RESISTIRSE AL OLVIDO

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Hacía de lo ocurrido casi tres semanas. Pero el dolor seguía allí. Después de todo, las heridas que más duelen son las que no se ven.

El dolor y los recuerdos seguían abriendo las heridas recientes e inundando a cada residente de la torre.

A algunos más que a otros.

El funeral sería esa misma tarde.

Se ató la corbata azul oscura con lentitud mentras se miraba en el espejo. Viendo vacío.

Las persianas corridas dificultaban su visión pero ya se había acostumbrado.

Hasta él era consciente del mal aspecto que tenía.

Su piel se había vuelto más pálida. Y unos tonos violáceos descansaban bajo sus ojos verdes ahora sin brillo.
Ya no dormía mucho.

Sin poder evitarlo un recuerdo le vino a la mente mientras terminaba de acomodarse la corbata.

-Eres un desastre...-farfulló la chica agarrando un pliegue reprimiendo una sonrisa.

El chico bufó en fastidio y apartó la vista hacia el techo.

Estaba tan cerca de ella que podía oler con claridad su champú de lavanda. Se sentía como en el maldito infierno.
A unos pocos centímetros.

-Ni siquiera sabes ponerte una simple corbata... -levantó la voz mientras la ataba.

-No es mi culpa. Nunca tuve a nadie que me enseñase- se defendió el chico molesto mirándola de nuevo.

-Ya estás -anunció ella dejando escapar una sonrisa mientras se despegaba de él- No tardes- se acercó a la puerta y sonrió - los demás esperan.

Se miró en el espejo cuando terminó. Sin darse cuenta una sonrisa rota se había dibujado en sus labios. Y una lágrima amenazaba con salir de su ojo derecho. La apartó, miró la corbata triste y salió de su habitación.


-¿Cómo está? - le murmuró al recién llegado acercándose.

-Lleva días sin decir palabra y encerrándose en su habitación, Bruce... Dudo que esté bien- contestó Dick levantando un poco la voz- Por primera vez a perdido a alguien que le importa a parte de su abuelo. Al menos está llevándolo cómo una persona normal con sentimientos.

-¿Dónde está?

-Iba detrás de mí. Deberías haberlo visto en el coche. Parecía un niño asustado. Era cómo si estuviese...

-Ausente... -murmuró Bruce entendiendo a la perfección a lo que se refería el primer Robin.

-Exacto- suspiró - A todos nos entristece.

Y con eso esquivó a su padre y fue en busca de su novia que lloraba sin parar en una esquina del salón rodeada de gente.


Damian no quería ir. Es más, no entendía por qué había funeral si ni siquiera había cuerpo que enterrar.

Todo lo que veía o escuchaba le recordaba a ella.

Las simples gotas de agua que hacían caminitos por el cristal de la ventana del coche le recordaban a ella.
A que ya no estaba con él. Ni siquiera había tenido la oportunidad de decirle la verdad.

Durante todos los días siguientes a su muerte, Damian había estado noches en vela intentando averiguar quién era el asesino de Raven. O al menos encontrar su cuerpo...

Pero nada. Ese jodido rompecabezas no tenía sentido. Y eso le estaba pasando factura.

Salió del coche. El frío del reciente invierno se coló tras su traje negro. Cerró la puerta tras de sí y se dirigió a la casa dónde personas vestidas de negro lloraban o fingian que lo hacían.


-Vaya, que frío... -se estremeció abrazándose a sí misma.

-Te dije que cogieras la chaqueta antes de salir, tonta... - le echó su chaqueta por los hombros e ignoró la sonrisa de la chica.


Ya no tenía caso seguir llorando. Era más que consciente de que llorar no iba a hacer que ella volviese. Pero no lo podía evitar.

Dolía.

Mierda, dolía mucho. Más de lo que pensaba.

Quería que llegase mañana con ansias.
Quería irse del lugar que se la arrebató cuanto antes. Le apenaba el hecho de irse del equipo.
Pero para él no tenía sentido seguir si ella ya no estaba.
Dejaría el manto de Robin por un tiempo hasta que estuviese listo y se iría a vivir a Gotham con su padre. Quizás para centrarse en las empresas Wayne y distraerse de lo demás. Eso lo mantendría ocupado.
Eso lo alejaría del dolor al menos temporalmente.


Llevaba varias semanas en la mansión. No se sentía mejor. Y mucho menos el dolor había desaparecido.

Pero según se padre tenía mejor aspecto. Trabajar cómo ayudante en las empresas Wayne lo había despejado un poco. Todas esas reuniones aburridas y estúpidas lo habían entretenido y mantenido ocupado. Pero le daba miedo olvidar.

Temía olvidarse de ella.



-Me iré por unas semanas. Quizás un mes.

-No puedes irte, ¿por qué?

-La Liga Oscura me necesita. Tranquilo, Damian, volveré.

-Ten cuidado, no me apetece tener que leer tu testamento tan rápido, Raven - sonrió triste.

-Lo haré. Adiós.

-No me olvides... -susurró.

Pero ya se había ido.


-¿Qué quieres hacer para la semana que viene, D.? - le preguntó su hermanastro mayor mientras se llevaba un pedazo de pan a la boca.

-¿A qué te refieres? - preguntó el joven confundido en voz baja.

-Aquí el demonio se ha olvidado de su propio cumpleaños- levantó la voz Jason con una sonrisa divertida y exagerada.

-¿Mi cumpleaños...? - murmuró intentando recordar.

Sí. Los imbéciles de sus hermanastros no se equivocaban. La semana que viene era su cumpleaños.

-18 años. Ay, qué rápido crecen- bromeó Tim provocando la risa de los otros dos.

-No quiero hacer nada- miró hacia abajo frunciendo el ceño.
No estaba de ánimos para celebrar nada.

-¡Oh, vamos! ¡Mayoría de edad, Damian, libertad! -exclamó eufórico Jason.

-Y tu es cómo si siguieses teniendo 18...- replicó el mayor.

-Desde hace un mes no quieres hacer nada, Damian. Tienes que salir de ese caparazón de pena.

Algo dentro de él hizo click. Tenían que recordarle la muerte de Rachel...

-Ya sabéis por qué no hago nada. Y será mejor que os calléis si no queréis que os atraviese con una espada... - se levantó de la mesa brusco y desapareció por el pasillo.





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