1

300 43 3
                                    

-Llevo las puntas teñidas de rosa y cuatro pendientes en una oreja, Taehyung -decía Park Jimin sujetando el teléfono con el hombro para poder seguir dibujando-. Mi madre se moriría del susto en cuanto me viera, así que no pienso volver a Copper Corners para la reunión del instituto. Y no hay nada más que hablar.               

-Venga, Jimin -insistió su mejor amigo, Kim Taehyung, tan alegre como un  animador. El espíritu de Copper Corners parecía haberlo invadido desde que volvió al pueblo- Lo pasaremos de maravilla recordando viejos tiempos. ¿Te acuerdas cuando pusimos dos maniquís en la postura del  misionero en el despacho de la enfermera?              

-Como si fuera ayer. Y también recuerdo que mi padre me castigó durante una semana y que mi madre tuvo que usar las sales.

-Éramos unos críos, Jimin. Y nuestros padres lo entendieron.              

-Los tuyos seguro. Siendo mi padre el director del instituto y mi madre la profesora de literatura, no se lo tomaron nada bien.

-Además, hace diez años que no vienes por Copper Corners.          

-Mejor. Mis padres creen que soy muy feliz en Phoenix.

-Y lo eres. Tienes tu propio negocio.               

-Un salón de tatuajes, Tae. Se quedarían horrorizados.

-Pero te va de maravilla.

-Mis padres no pensarán eso. Ni mi casero. Le debo el alquiler del mes pasado.

-¿Qué ha sido del juramento de los chicos rebeldes?

-Que han pasado diez años, supongo -suspiró Jimin.            

Llevaba unos meses preguntándose si lo de buscar un trabajo de nueve a cinco no sería lo mejor. Quizá la vida que había elegido era demasiado difícil.              

-¿Seguro que no quieres venir?

-Seguro.           

-¿Sabes que Kim Namjoon se ha divorciado? -preguntó Tae entonces.

-¿Ah, sí?

-Y ha preguntado por ti. Se pasó por la fábrica el otro día para ver las nuevas instalaciones, pero en realidad quería saber si vendrías a la reunión del instituto.

-Lo dirás de broma.

Sin embargo, esa noticia lo hizo sonreír. Kim Namjoon jugaba en el equipo de fútbol del instituto y Jimin se quedó traspuesto cuando le tiró los tejos... para dejarlo poco después por Heather Haver, la jefa de animadoras. Era algo tan típico que se habría partido de risa si no se le hubiera roto el corazón.

-Tienes que venir, Jimin. Dale al chico otra oportunidad.

-De eso nada.           

-Copper Corners no es el pueblo aburrido que solía ser. Ahora hay un karaoke y una galería de arte.             

-Estás loco.

-Que no, que es verdad. Ya no es lo mismo.

-Eres tú el que ha cambiado, Taehyung. Has encontrado el amor y una carrera en la fábrica de tu padre. Te has convertido en un vecino de Copper Corners, un vecino rico además.

-Hago caramelos, Jimin. No soy Bill Gates.

-Seguro que ahora mismo llevas un traje de chaqueta.

Al otro lado del hilo hubo un silencio.

-La ropa no lo es todo.

-Solía serlo. La ropa era algo simbólico, ¿recuerdas? Un reflejo de lo que éramos.

La idea sonaba un poco tonta, pero entonces creían firmemente en ello. Vestir con colores imposibles y con ropa rara los separaba del resto.           

- Me he vestido así porque tenía una reunión. ¿Y qué? Es un disfraz. Tú también te disfrazas, ¿no?

-No -contestó Jimin, mirando su chaleco de cuero y su pantalón de piel de leopardo.

Un atuendo que se habría puesto a los dieciséis años... metiéndolo previamente en una bolsa para cambiarse antes de llegar a casa. Era un rollo que sus padres estuvieran todo el día en el instituto.

-Para mí, volver a Copper Corners no sería lo que ha sido para ti.

Dos años antes, Taehyung salió del apartamento que compartían en Phoenix con el objetivo de convencer a su ex prometido, Hoseok, de que siguiera al frente de la fábrica de su padre. El problema era que volvió a enamorarse, se casó y dirigía con él la empresa familiar. Un auténtico final feliz.

La vida de Jimin nunca sería así de fácil.

-Nunca se sabe -dijo Tae           

-Yo sí lo sé.

Su futuro era un misterio, pero no estaba en Copper Corners.

-Namjoon sigue estando buenísimo. Y no deja de preguntar por ti.

-No le habrás contado la verdad, ¿no?

-No. Y cuando le dije que estabas casado se puso nerviosísimo.

-¿Ah, sí? Qué bien. Gracias por decírselo.              

La campanita de la tienda sonó en ese momento y Jimin levantó la cabeza.

Acababa de entrar una chica con la típica expresión de «me da igual que duela, pienso hacerme un tatuaje».

-Tengo que colgar. A entrado una clienta.

-No me digas que no. Dime que te lo pensarás.

-Tengo que colgar.

-Te prestaré mi chaqueta de Madonna -insistió Taehyung.

-No, gracias.

-Jimin...

-Adiós -se despidió él, antes de colgar-. ¿Quieres hacerte un tatuaje? -le preguntó a la clienta.

Una Farsa de Amor [ JM x JK ] #wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora