Durante un buen rato tras la partida de Willoughby, incluso después de haberse perdido en la distancia el ruido de su carruaje, Elinor permaneció muy abatida por un enjambre de ideas muy diferentes entre sí, pero cuyo resultado general era la tristeza, para ni siquiera pensar en su hermana.
Willoughby, el mismo a quien tan solo hacía media hora había detestado como el más despreciable de los hombres, Willoughby, a pesar de todos sus defectos, despertaba en ella una conmiseración tal por los sufrimientos que esos mismos defectos habían producido, que ahora la hacían pensar en el apartado para siempre de su familia, con una ternura, con una pena más proporcionadas como pronto reconoció para sí misma, a sus deseos que a sus méritos. Sentía que su influencia sobre ella se veía incrementada por circunstancias que razonablemente no habrían debido pesar: por el poco común atractivo de su apariencia; por sus modales francos, afectuosos y vivaces, que no hay mérito en poseer; y por ese todavía fervoroso amor por Marianne, en el que ni siquiera era inocente complacerse. Pero sintió todo esto mucho, mucho antes de sentir debilitarse su influjo.
Cuando finalmente volvió junto a la inconsciente Marianne, la encontró recién despertándose, renovada por un largo y dulce sueño, tal como lo había esperado. Elinor estaba colmada de plenitud. El pasado, el presente, el futuro; la visita de Willoughby, ver a Marianne a salvo y la esperada llegada de su madre, la llenaron de una agitación que impidió toda señal de fatiga y la hizo temer tan solo que pudiera traicionarse frente a su hermana. Poco fue el tiempo, sin embargo, en que la afectó ese temor, pues antes de media hora de la partida de Willoughby, el ruido de otro carruaje la hizo bajar nuevamente.
Ansiosa de evitar a su madre innecesarios momentos de terrible suspenso, corrió de inmediato al vestíbulo y llegó a la puerta principal justo a tiempo de recibirla y sostenerla mientras entraba.
La señora Dashwood cuyo terror a medida que se aproximaban a la casa le había producido la convicción de que Marianne ya había dejado de existir, no pudo sacar la voz para preguntar por ella, ni siquiera para dirigirse a Elinor, pero esta, sin esperar saludos ni preguntas, de inmediato le dio las buenas noticias; y su madre, tomándoselas con su usual vehemencia, en un momento estuvo tan abrumada por la felicidad como antes lo había estado por sus temores. Entre su hija y el amigo de ésta, la sostuvieron hasta llevarla a la sala; y allí, derramando lágrimas de alegría, aunque todavía incapaz de hablar abrazó una y otra vez a Elinor, separándose de ella a intervalos para estrechar la mano del coronel Brandon con una mirada que expresaba al mismo tiempo su gratitud y su certeza de que él compartía con ella la dicha del momento. Él, sin embargo, la compartía en un silencio incluso mayor que el de ella.
Apenas se recuperó la señora Dashwood, su primer impulso fue ver a Marianne; y en dos minutos estuvo junto a su niña amada, a quien la ausencia, la infelicidad y el peligro habían hecho más querida aún. El placer de Elinor por ver lo que cada una de ellas sentía al encontrarse, solo se vio refrenado por el temor de estarle robando a Marianne horas de sueño; pero la señora Dashwood podía ser tranquila, podía hasta ser prudente cuando se trataba de la vida de una hija; y Marianne, contenta de saber que su madre estaba a su lado y consiente de estar demasiado débil para conversar, se sometió rápidamente al silencio y quietud ordenado por todos quienes la cuidaban. La señora Dashwood insistió en velar su sueño durante toda la noche, y Elinor, obedeciendo a los ruegos de su madre, se fue a la cama. Pero el descanso que una noche completa sin dormir y tantas horas de la más agobiadora ansiedad parecían hacer tan necesario, se vio impedido por la excitación de su ánimo. Willoughby, "el pobre Willoughby", como ahora se permitía llamarlo, estaba constantemente en sus pensamientos; no podía sino haber escuchado su justificación ante el mundo, ora se culpaba, ora se absolvía por haberlo juzgado tan duramente antes. Pero su promesa de contárselo a su hermana le era invariablemente dolorosa. Temía hacerlo, temía los efectos que pudiera tener en Marianne, dudaba si , tras tal explicación, ella podría alguna vez ser feliz con otra persona; y durante algunos instantes deseó que Willoughby enviudara; luego, recordando al coronel Brandon, se lo reprochó, sintiendo que sus sufrimientos y su constancia, mucho más que los de su rival, merecían tener como recompensa a Marianne, y deseó que ocurriera cualquier cosa menos la muerte de la señora Willoughby.
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Sentido y Sensibilidad Jane Austen
RomanceEsta es una novela de la escritora británica Jane Austen , fué publicada en 1811. Fué la primer novela de esta autora en ser publicada, y lleva ya numerosas veces tanto para el cine, como para la televisión . Esta novela se basa principalmente en la...