Capítulo 4.

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Inés Rodrígues.
Salí del cuarto de Áf, dejando a Aroa allí. Saqué las llaves del bolsillo y nada más entrar me quite las Stan Smith, me puse los calcetines gordos para dormir y me metí en la cama. Unos diez minutos después ya estaba soñando.

-¡¿Pero que cojones?! - chille cuando note el agua gélida en mi puta cara. Intente abrir los ojos pese a que los tenía pegados con pegamento. Cuando lo conseguí, vi al imbécil de mi novio partiéndose la caja con el vaso vacío en la mano.

- Ni puta gracia, a mala hora te di copia de mis llaves. - La verdad, tenia mal despertar, no lo niego. Y más cuando me tiraban un vaso de agua en la cara.
- Dios, que guapa estás enfadada y con la cara mojada. - Se acercó, me quitó las sábanas de encima, metió sus manos por debajo de mis muslos, hizo fuerza y me levantó. Quede encaramada a él cual koala se tratara. Enrollé mis piernas en su cadera e hice lo mismo con mis brazos en su cuello. Él hizo lo mismo envolviendo sus brazos en mi cintura.

- Eres imbécil, ¿no podrías despertarme como a la gente normal? Con un beso o alguna de esas mierdas.
- Si te despertará así, no sería yo mismo. - Se me lanzó. Y menuda cobra se llevó. - Uh, quieres jugar eh. Tu lo has querido.

Me cogió de los muslos, se dio la vuelta y se agachó. Me quede colgando de él y temí por mi vida. De repente me soltó y mi cuerpo se quedó en el aire. Empezó a hacerme cosquillas en las costillas y en el cuello. Me empece a reír como una desconsolada, los primeros segundos me reía, al minuto no podía más . Entre las risas, el dolor del estomago por reírme a carcajada limpia y que se me estaban cansando los brazos por la fuerza que hacía a su cuello por no caerme, empecé a jadear y la rabia me corría por las venas. Pero no la podía manifestar porque las cosquillas hacían que me saliese una sonrisa de oreja a oreja. Y he de admitir que tenía ganas de comérmelo con los ojos.

- ¡Para! ¡Para! ¡Tú ganas!
- Así me gusta más. - Me levantó, avanzó y me dejó pared con espalda. Intenté coger aire preparándome para el asalto de besos que venía a continuación pero no llegó. Estaba ahí plantado, mirándome, sonriendo como el buen imbécil que era.
- Oh, no me jodas. Ven aquí.- Puse mis manos en su cara y me lancé a sus labios. Nos fundimos en un beso, lento y profundo como buenos enamorados que éramos. Pero a mi no me bastaba... y a él tampoco. Lo note cuando aceleró el beso y se pegaba más a mí, lo cual hacía que quedara entre su cuerpo y la pared pero yo lo estaba disfrutando, para que mentir. Me cogió las muñecas con sus manos y las situó encima mío. Con una mano me sujetaba las dos y con la otra me cogió la cara por la mandíbula y la fue bajando por todo mi cuerpo. Joder, llevábamos casi tres años juntos y cada vez que hacía eso mi cuerpo reaccionaba igual. Se me ponía la piel de gallina y empezaba a jadear. De verdad, me encantaba este chico. Cuando llegó a mi cintura la dejo ahí y empezó a hacer el mismo recorrido que había hecho con la mano, pero esta vez con la boca. Me recorrió todo el puto cuello con sus besos, saboreando con fuerza mis clavículas. Yo seguía con la respiración entrecortada.

Me soltó.
Caí de pie, no sentía las piernas y no quería parar.

Mi miro con esa cara que tanto me ponía. Metió las manos en el dobladillo de mi camiseta y me la quito. Yo le imité.
Le pegué un empujón. Retrocedió tres pasos. Le volví a empujar y cayó de culo en la cama. Avancé hacia él mientras me miraba con esa sonrisa pícara. Me senté encima suyo y le volví a besar con deseo. En una de estas me mordió el labio y en ese momento estalló la bomba.

Me quitó el sujetador mientras yo le soltaba el cinturón y le desabrochaba los pantalones. Unos minutos después yo estaba completamente desnuda tirada en mi cama, con las piernas abiertas de par en par. Sentía la parte de la almohada mojada en mi cuello pero yo estaba demasiado caliente, para que negarlo.
Seguidamente metió sus dedos dentro de mí, entonces empezó a moverlos y yo ya estaba en la gloria. Mi propia respiración era dificultosa.

- ¡Inés! ¿Estás ahí?

Mierda.

César sacó sus dedos, me miró. Se levantó corriendo a por mi ropa, me paso la braga, el sujetador y la camiseta corta de "LA". Me puse todo lo más rápido que puse pero la persona que estaba detrás de la puerta seguía metiendo prisa dando golpes. A decir verdad, parecía un chico y fuerte.
- ¡Voy, joder! - Me dirigí a la puerta pero antes de abrir me giré para ver a César. Ahí estaba, en calzoncillos fumándose un puto cigarro encima de mi cama. Parecía que había pasado un huracán por esas sábanas.

Abrí la puerta y cuando vi a Manuel me empezaron a arder las mejillas. Todavía me costaba respirar.
- Oh, Manu. ¿Qué...qué haces aquí?
-¿Te pillo en un mal momento? - Al decir eso me entró la risa. Abrí la puerta de par en par dejando ver a César desde su ángulo de vista.
- Dios mío, Inés.
- ¿Qué pasa? Es mi novio y que yo sepa el sexo no es nada malo. Es una buena forma de desahogarte.
- Pero no me cuentes esas cosas, que yo sólo soy el conserje. Y vas a hacer que le prohíba la entrada. - Al oír eso, César se levantó y vino hacia nosotros.
- ¿Qué pasa Manu?
- César.- Le saludo con la cabeza.
- No te preocupes que no habíamos llegado a nada, unos minutos más y nos pillas en pleno acto. Pero tranquilo, estábamos de preliminares. - Le dí un puñetazo en el hombro.
- Se la suda César, no le importa lo que hagamos. Bueno y... ¿qué pasa?
- Te ha llegado una carta de Alemania, supongo que será Sara.
- Gracias, ya era hora.
-Bueno os dejo chicos, y ya sabéis, con 'gomita'.- César y yo nos miramos y nos empezamos a reír.
Me metí dentro de la habitación y me senté en la silla del escritorio. Joder, echaba muchísimo de menos a mi hermana. Sara, vivía en Alemania y solo nos veíamos cuando teníamos vacaciones y yo iba allí o ella venía aquí. El resto del tiempo nos mandábamos cartas cada semana. Estaba ansiosa por leerla, tan ansiosa que cuando César vino a decirme que se iba, que tenía prisa porque el padre le había dicho que tenía que currar. Le dije que cenábamos juntos, le di un pico y se fue corriendo.

Al de media hora, hice la cama y cuando saqué la caja de debajo de está, donde guardaba todas las cartas y fotos de mi hermana. Vi la camiseta gris del inútil de mi novio. Mire mi móvil y me encontré con un WhatsApp suyo.
-"Creo que se me ha olvidado algo, pero no sé el que."
-"Llámame rara, pero la camiseta. Quedamos sobre las nueve y media, fuera de tu curro. Te quiero."

Miré la hora, las siete y cinco. Tiempo suficiente para echarme una siesta. Puse la alarma a las ocho y cuarto y me dormí.

Amor A Unas Cuantas Vistas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora