Capítulo 7:

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Ha pasado una semana desde el martes y he estado en mi cuarto toda esa semana. El primer día nadie vino y yo no hice absolutamente nada por cambiarlo. Los siguientes días mi hermano venía a ver cómo estaba y traerme algo de comer, la mitad de las veces dejaba el plato intacto. Iba de la ducha a la cama y a veces me ponía a leer, pero pronto las lágrimas llegaban y ni siquiera podía leer lo que estaba escrito en las páginas.

Hoy he decidido ir a la cocina a desayunar. Voy primero al baño y me miro en el espejo: mis ojos están más rojos que nunca y hay unas ojeras enormes debajo de estos, he adelgazado demasiado y se me notan las costillas. Mi barriga rugía la mitad del día, pero cuando quería comer algo mi estómago se cerraba. Estoy también más pálida. Salgo del baño y miro el reloj, son las siete de la mañana, con suerte nadie me oirá y nadie sabrá que he salido, no tengo fuerzas de enfrentar a nadie todavía. Veo otro mensaje de Bonnie, tengo cien llamadas suyas y unos mil mensajes; el viernes llamó a mi hermana al ver que no contestaba y ésta se lo contó todo, desde entonces ha estado más insistente.

Salgo de la habitación y miro el pasillo, no hay nadie. Bajo las escaleras lentamente y voy a la cocina. Cojo un bol y lo lleno de leche fría, ni siquiera quiero calentarla por si escuchan el microondas y se despiertan. Empiezo a llenar el bol con cereales y me pongo a comer. No sabía el hambre que tenía hasta que me ventilo el paquete de cereales entero; y, sin embargo, mi barriga sigue rugiendo. Así que cojo pan y empiezo a echarle queso de untar. Cuando voy a seguir comiendo la tostada oigo la cisterna del aseo de abajo y me pongo rígida. Nadie debería estar levantado, y ya es demasiado tarde como para salir corriendo a mi habitación, quién esté abriendo la puerta me vería de todas formas. Aparece Dereck por la cocina y al verme se queda rígido, demasiado rígido, a decir verdad. Me mira como si fuera un fantasma, aunque no puedo culparle, he actuado como uno durante toda una semana. Me quedo mirándole, su pelo ha crecido un poco y parece más alto, o quizás le veo diferente al no haberle visto en tanto tiempo.

―Kara... ―susurra reaccionando, es como si pensara que diciendo mi nombre voy a desaparecer―. ¿Cómo estás?

Yo intento sonreír, pero ni siquiera tengo fuerzas para eso. Así que simplemente asiento. ¡Mierda! ¡No me acordaba que salía a correr por las mañanas!

―Vas a correr, ¿verdad? ―¡Vaya pregunta más estúpida! ¡Pues claro que va a correr! ¿Dónde iría si no? Me abstengo de darme un bofetón a mí misma por estúpida.

Pero él sonríe. Echaba de menos su sonrisa.

―Sí, ¿quieres venir? ―En sus ojos veo emoción.

―No creo que sea buena idea ―Sus ojos se apagan, pero mantiene la sonrisa―, no tengo muchas fuerzas.

Él parece que lo comprende, aunque me asombra que en vez de salir se sienta a mi lado en la mesa y me mira.

―¿Qué haces? ―pregunto más que extrañada.

―Da igual si no salgo a correr un día.

Espera, ¿se va a quedar conmigo? ¿Por qué?

―No tienes por qué quedarte, de todas formas, voy a volver a mi cuarto.

―De eso nada, no quiero que vuelvas a encerrarte ―¿Me está dando una orden?―. ¿Qué quieres hacer?

No lo entiendo, ¿por qué se queda? Seguro que Mia le ha estado metiendo cosas en la cabeza. Además, no tengo ganas de hacer nada, pero me agrada estar con Dereck, así que me encojo de hombros y él sonríe mucho más. Entonces me doy cuenta de que lleva razón: necesito cambiar, no puedo quedarme encerrada otra vez, no puedo volver a la tristeza absoluta. No puedo cerrarme y no dejar que nadie entre en mi vida. Tengo que cambiar mi forma de ver las cosas. Tengo que superar esta situación, y sé que en esta casa podré hacerlo, porque todos me tienen cariño y porque no voy a dejar que mi madre y mi hermana me amarguen el verano. El verano es para divertirse, no para tirarse en la cama todo el día llorando. Tengo que salir, que me dé el sol, pisar la arena de la playa y meterme en el agua...

Sobreviviendo al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora