Capítulo 4:

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Hoy es lunes por fin y por desgracia. Jade me ha levantado a las siete de la mañana para terminar de prepararnos y ya están todas las cosas en el porche. Ya lista y con mi mochila colgando del hombro entro en el coche de mi hermana. Llevamos tres coches: yo voy con mi hermana, mi hermano y Max. En el coche de mis padres van ellos, mi hermana y Catrina y luego en el coche de los padres de Max van ellos y sus dos hijos. Y así, me encamino a una casa extraña donde viviré con gente joven durante tres meses... me pongo mis cascos, no hay cosa más relajante en el mundo que un viaje largo y música en los oídos. El viaje dura unas siete horas, por lo que pararemos a comer.

Y así, pensando en todo eso, me duermo en el coche rumbo a un destino incierto.

Me despierta alguien, la verdad es que no tengo ganas de abrir los ojos, puedo sentir la claridad en ellos. La música sigue sonando y la persona que me ha despertado insiste. Así que me quito los auriculares y abro los ojos, me encuentro con mi hermano.

―Hemos parado, dormilona.

Veo que hemos aparcado en un restaurante de carretera.

―¿Qué hora es? ―pregunto aún medio dormida.

―La una y media ―responde Max.

Vaya... han pasado cuatro horas y media, se nota que necesitaba dormir.

―Stefan... ¿puedes traerme algo de comer? ―pregunto con cara de cachorrito.

Sus ojos me miran en desacuerdo, pero sabe que no tengo ganas de moverme del coche.

―De acuerdo... ―se rinde.

Aunque sé que a mi hermana no le parece bien, salen del coche; me pongo esta vez solo un auricular y empiezo a mirar a la gente: familias felices paran a comer de camino a sus estupendas vacaciones. Y yo... yo voy a un sitio que no conozco, sin conocer a nadie y obligada. Porque bueno, nos hemos juntado más de una vez con los padres de Max, cinco años dan para mucho, pero la mayoría de las veces yo no estaba, y sus hijos tampoco. Bueno, no es culpa mía, tengo ganas de conocer más a Chloe, pero no es justo que Mia pueda traer a Catrina y Bonnie no pueda venir.

Un chico pasa por la ventanilla, echa vaho en el cristal y apunta su número, ¿pero este que se cree? Yo pongo el seguro y bajo la ventana para que se vaya más rápido. En serio, los chicos así me ponen enferma, es como si con darnos su número ya fuéramos felices y nos tuvieran en sus manos. Pues no, las cosas no funcionan así ni en el mejor de sus sueños. Me tumbo en los asientos, y al final, termino quedándome dormida otra vez.

Stefan me despierta subiéndose al coche, ha pasado media hora. Me siento, me pongo el cinturón y mi hermano me pasa la comida.

―¿Sabes lo mal que ha estado eso? ―me regaña mi hermana―. Si hubieras ido con papá y mamá... mamá se ha puesto hecha una fiera.

Me mira por el espejo muy seria. Sé que le ha molestado, pero no estaba de humor como para salir del coche, así que me hundo más en mí misma y empiezo a comer.

Cuando termino me pongo a escuchar música y me quedo otra vez dormida.

Stefan vuelve a despertarme diciendo algo como que ya hemos llegado. Miro la hora en mi móvil y son las cinco de la tarde. Me desperezo un poco mientras guardo los cascos y recojo las cosas del coche. Miro por la ventanilla y lo único que veo es campo, muchos árboles y un camino de piedra llano en medio. Todos han salido ya del coche, aunque yo no quiero tener que presentarme frente a nadie. Max y Stefan van a sacar las maletas del maletero y decido salir del coche. Al salir, el sol me ciega un poco, y tengo que taparme con la mano. Voy al maletero y cojo mi maleta.

―Yo te la subo, tranquila ―dice Stefan.

Yo asiento y miro al siguiente coche que acaba de llegar. Es la familia de Max. Entonces, veo salir a un chico con pose de chulo y gafas de sol, debe de ser Dereck. Es moreno, de piel blanca, y al quitarse las gafas puedo apreciar sus hermosos ojos verdes claros que, a la luz del sol, resaltan enormemente y parecen de color miel. No creo haber visto unos ojos más bonitos en mi vida. Espera... se me queda mirando y entonces le reconozco, ¡es el camarero del bar! ¡Oh, Dios! El mismo chico que me miraba fijamente y que me vio montar un escándalo por una pulsera. Me obligo a mí misma a dejar de mirarle, aunque aún siento su mirada fija en mí, supongo que reconociéndome. Me aparto del coche y camino hacia la casa.

Sobreviviendo al veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora