Candy...

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El tic tac del cronometro estaba comenzando a matarme. El psicólogo solo me observa y anota en su tabla no se que cosas. Miro con desgano la ventana, seguramente ya pasan de las cuatro de la tarde. El sol ahora tiene tonos naranjas y cobrizos.
.-¿Que es el lo que piensas?-. Una voz interrumpe mis pensamientos.
.-En lo muy aburrida que estoy y en porque insiste en tenerme aquí.-
.-Te tendré aquí hasta que me digas el porqué de tus acciones, tienes suerte de que tu familia pagara para que salieras libre, pero yo no creo que solo seas una simple testigo de ese crimen tan atroz, señorita-.
Lo miré con fastidio, como si verlo fuera una tarea de lo más monótona, el solo se resumió a mantenerme la mirada de una forma insistente.
.-¿Porque insiste tanto en que sea yo?-. Pregunté curiosa.
.-Se que me estás ocultando algo, conocías a las victimas. Además sueles engañar a tus padres y maestros con tu comportamiento.-
Se acomodó los lentes y ya no dijo más.
Estaba recostada en uno de los sillones, mi falda escolar era realmente molesta, solía subirse cada que quería ponerme cómoda, finalmente me rendí. No me importaba que el psicólogo me viera las bragas.

Además, el no era feo, ojos verdes, tez morena, cabello lacio, alto muy atractivo. No era muy mayor, debía tener poco más de treinta años, se veía muy bien para su edad.
A diferencia mía, piel clara ojos marrón, no muy alta y de complexión delgada. Cabello teñido color castaño con mechones blancos.

Pasamos un par de minutos mirándonos en silencio, el no decía nada. Y yo me negaba a responder.
Finalmente lo incomodó mi mirada.
.

-Candy... porque no empezamos por algo más simple, seamos amigos. Quiero ganarme tu confianza.-
.-¿Para que?

Soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora