Nigma no sabía que hacer ahora. Podía sentir el odio que me tenía pero a la ves estaba satisfecha por haberme hecho venir, sabía que algo estába tramando.
-. Ra, llevala a él cuarto de aislamiento para que pase la noche. Mami debe volver a enseñarle modales. -
Nigma era claustrofobica, sabía lo mucho que lo detestaba. El cuarto estaba diseñado para absorber cualquier ruido y estaba totalmente blanco. Todos perdían la cordura en un par de horas, pero a ella quería darle algo que no olvidara. Se quedaría la noche completa.
-. Por favor mi reina, se lo suplico. -
Podía sentir el miedo en su voz.
Ra me miraba dudoso, no sabía si lo que decía era en serio. Pero no Permitiria más de sus insolencias.
-. Obedece querido, he dado una orden.-
La tomó a rastras mientras ella seguía con sus súplicas, el chico que estaba atado miraba confundido la extraña escena, no le di el mas mínimo de tiempo cuando me puse tras de el para proceder a tronarle el cuello.
Mire satisfecha al cadáver, esta vez fue más rápido que el anterior.-. Y cuando termines encargate de esto también. - repuse golpeando con el pie el tibio cadáver. Para dedicarme a salir de la habitación.
El solo asintió con la cabeza, el pobre no podía responder mientras forcejeaba con Nigma. Eran patéticos.
Era hora de que vieran todos porque era yo la reina, porque estaba ahí. Y demostrar de lo que era capaz. Tomé un arma de la mesa, y me dispuse a salir de la habitación.
Al parecer todo el mundo escucho los gritos de Nigma, porque en cuanto salí todos tenían fijas sus miradas en mi. Y no dudaré en aprovecharlo.
Adoraba esta parte, tome el arma y comencé a dar múltiples disparos al techo mientras me dirigía a mi habitación de noble. No sin antes reclamar su miedo de todos ellos. Las chicas rubias seguían en lo suyo. Ignorando mi precencia, sin dudarlo les di un par de tiros a cada una en la cabeza.
-. No me hagan recordarles la razón por la que estamos aquí. Esta ves no hay misericordia. Su reina no la conoce.Pude sentir lo que deseaba, el miedo de todos ellos. Era mi deber como reina mantenerlo.
Seguí caminando a lo largo del pasillo hasta llegar al salón principal, este concedía un uso especial. Pero mi aposento de noble, era el turno del gran salón.
Este concedía un uso especial, cuando los antiguos ancianos venían a ofrecer nos nuestras queridas habilidades. Pero sobre todo, el amor de Aiperos.
Pero para llegar a ello, debíamos atravesar todo el ritual de los sacrificios.El propósito de los sacrificios no es solo saber quien reinará durante ese tiempo, si no quien recibe el amor de Aiperos, el es quien nos brinda sus poderes y fuerza para gobernar, si amor nos da habilidades sobresalientes a todos lo demás,aun de los ancianos. Pero para ello deben enfrentarse los dos más fuertes que hayan sobrevivido al ritual de preparación, que consiste en una serie de torturas y violaciones,toda clase de daño psicológico como físico.
Todos los que se encuentran, están ahí por voluntad propia, entrenan para estar aquí, y para sobrevivir a los sacrificios. Sobreviven las torturas por su sed de poder, y deseo de control. Soportan los sedantes como si fueran simples mareos, solo por la voluntad de vivir y ganar. Todos desean el amor de Aiperos. Todos, menos yo.
A diferencia de ellos, yo no elegí estar aquí. Sin embargo no tenía otra opción más que sobrevivir.Mi linaje era distinto al de todos, la mayoría de nuestro gobierno, son exiliados, repudiados de la sociedad moderna que buscan la justicia por su propia mano, vienen de lugares ordinarios, de familias comunes. Yo en cambio, al nacer no fui un bebe cualquiera, era una niña probeta, la cruza de dos razas. Mi naturaleza es solo la mitad humana. Me intercambiaron con otra bebe en aquel cunero del 16 de agosto. Otra bebe que enviaron a una familia promedio con un padre adicto y una madre ninfomana.
Yo en cambio, crecí holgadamente. Sin ninguna clase de carencia. Pero algo dentro de mi, nunca estuvo del todo bien, me torturaba en las noches haciendo que amaneciera llena de golpes y rasguños, siempre despertando con piel bajo las uñas. Con el paso de los años, lo fui controlando hasta que lo domine en su mayoría.
Al cumplir trece, perdí el control de mi un par de noches, cuando entre en si, estaba ahí, en el centro del gran salón, con un brazo roto, un ojo morado, y una gran herida en la espalda. Frente a mi tenía a Nigma igual de herida que yo con un cuchillo dispuesta a matarme. Un bullicio de gente nos rodeaba. Y en lo más alto del pequeño coliseo estaban los ancianos. Mirando satisfechos.
Es lo más que podía recordar.Finalmente llegué al salón, ahí solo podían entrar los de linaje noble, los que nombraba por sus grandes hazañas. Llegué a mi trono, mi preciado trono y me coloque cómodamente, esperando que llegasen a mi las nuevas noticias. Vino a mi Andromeda, chiquilla más o menos de mi edad. Rubia de lentes, me encantaba el contraste de su claridad con lo obscuro de su ropa y maquillaje.
. -. Reina mía, es un placer verla con nosotros, le traje lo que necesita...
La interrumpí sin más colocando suavemente el tacon de mi zapato en sus labios rosados.
. -. Cariño, yo nunca necesito nada.-
Susurre mientras me inclinaba hacia ella, mirando fijamente sus ojos verdes.
Desviaba la vista avergonzada, estaba notablemente nerviosa.. -.
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Soledad.
RandomCandy una joven dulce, tierna. Muy querida por cualquier persona que la conozca, el problema es que ella. Esconde terribles sucesos bajo ese disfraz de rostro amable y buenos modales. Llegando a los limites de su cordura propia.