Asgard

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Los rayos resplandecientes de Asgard que se colaban por la ventana de su habitación solo lograban que su estado de animo empeorara, no tenia nada que hacer en ese lugar mas que contemplar por la ventana a niños jugando y mujeres cuidándoles, nada fuera de lo normal, desde que su prometido había asumido el trono de ese lugar las cosas parecían ir bien y no había manera de negar que eso le causaba un aburrimiento asfixiante.

Al principio jugar bromas a los sirvientes servia para tener algo que hacer, sin embargo cuando estos se acostumbraron eso dejo de ser divertido; la lectura siendo algo que le apasionaba también estaba entre sus pasatiempos pero eso había cambiado al haberse leído cada libro de la biblioteca del palacio. Y claro que el estar a lado del rubio también era algo que; aunque no le gustaba admitir, llenaba sus días de gozo, sin embargo este estaba lejos por una negociación que sin duda tardaría otros cinco días mas.

Tirandose a su cama, suspiro con fuerza pensando en algo que hiciera de ese día y los siguientes algo mas llevadero.

Pronto una idea cruzo su mente mientras una sonrisa de maldad se formaba en sus labios; tomando rumbo hacia su antigua habitación donde guardaba diversas pociones y libros de magia que su madre le había regalado hacia siglos, comenzó a buscar entre ellos uno que siempre quiso probar pero que nunca había requerido hacer.

Juntando lo que necesitaba después de ver los ingredientes y la forma de realizarlo, comenzó la labor de preparar aquella poción, mandando pedir una gran caja se encargo de meter su hechizo con cuidado, sellando la tapa de la caja lanzo un ultimo hechizo sobre esta que le permitiera hacer su broma mas divertida para aquella persona que abriera tal paquete.

Tomando referencias de algunas imágenes de Midgard logro fabricar una etiqueta perfectamente humana con el nombre de la persona sentenciada a sufrir las travesuras de ese dios aburrido. Y tras mandar ese paquete a base de un conjuro a la central requerida de Midgard, regreso a la habitación que compartía con el rubio. Haciendo en un espejo una imagen que le permitiera ver su pequeña broma en acción.

Con una sonrisa de diversión en los labios y su resplandeciente mirada esmeralda acompañada de una pizca de maldad, veía como su paquete comenzaba el trayecto a su destino, murmurando para si lo divertido que eso seria. 

-Buena suerte, Stark...-

Dulce y peligrosa diversión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora